viernes, 25 de septiembre de 2009

Ley de medios y resistencia hondureña

Buenos Aires Económico - 25-09-2009

por Carlos Girotti

Se ha dicho, se dice y se dirá aún mucho más sobre la ley de servicios de comunicación audiovisual. El debate en el Senado, incluyendo todas sus aristas filosas, así lo indica. Sin embargo, un hecho completamente alejado de esa polémica, y hasta de la labor parlamentaria, sugiere una mirada distinta: Manuel Zelaya, presidente constitucional de Honduras, regresó clandestinamente a su país y se encuentra alojado en la embajada brasileña como huésped oficial. ¿Qué tiene que ver esto con la "ley de medios"? Mucho.
Desde el 28 de junio –y no sería atinado apelar a las coincidencias de sucesos y fechas– la abrumadora mayoría de los medios periodísticos hondureños cerró filas junto a la banda golpista encabezada por Micheletti. No había más que sintonizar los canales de la televisión privada argentina –para no hablar ya de la CNN– y descubrir que los corresponsales hondureños se referían a Manuel Zelaya como si él fuera el golpista y el gobierno de facto un instituto de la Constitución. Desde ya que eso no resultaba curioso ni sorprendente como sí lo era que aquí, en los estudios locales de los noticieros, nadie corrigiera a los colegas hondureños y hasta Mirtha Legrand se permitiera aquel exabrupto imperecedero cuando ya la Presidenta de los argentinos había picado en punta para defender al gobierno del mandatario depuesto y desterrado. A su modo, los grandes medios argentinos demoraron muchísimo tiempo en acompasar su discurso cómplice con los golpistas con el giro antagónico que adoptaban todos los gobiernos democráticos de la región. Hubo excepciones, por supuesto, honrosas y valientes excepciones que no hicieron más que contrastar su solitaria dignidad periodística con la adocenada conducta de los adalides de la prensa independiente (del control público y social). Pero ello ocurrió también en Honduras y continúa ocurriendo.
En efecto, las emisiones de las radios Liberada, Globo y Progreso, interferidas una y otra vez, no cesaron de llegar por intermedio de Internet. Replicadas por estaciones solidarias en Guatemala, Venezuela, Ecuador y otros países, esas voces del periodismo democrático y antigolpista constituyen hoy la puerta de entrada a la Honduras de la resistencia. Sus movileros y corresponsales no son otros que los dirigentes y manifestantes del pueblo catracho. A cada instante, sea cual fuere el lugar donde se encuentra la acción contra los golpistas, estas radios informan a los hondureños y a toda la comunidad internacional sobre el estado de situación. Es conmovedor escucharlas. Basta ingresar en la red y conectarse a sus vínculos (Liberada: http://radioeslodemenos.blogspot.com/; Globo: http://www.radioglobohonduras.com/; Progreso: http://radioprogresohn.com/) para tener una dimensión exacta de lo que aquí se dice. No hay lugar para una interpretación equivocada: las tres radios son la voz sistemática de la resistencia y nada que no fuera una brutal agresión de los golpistas podría acallarlas. Por eso insisten, persisten y se afirman en el mandato que han asumido como propio: restituir a Manuel Zelaya en el gobierno de la nación y arrinconar con su prédica constante a la banda golpista. Sin proponérselo, estas radios hondureñas han venido a sentar un precedente en toda la región que resultará muy difícil de obviar a la hora de discutir democráticamente el agresivo papel que cumplen los grandes monopolios de la comunicación. Es más, ya no será posible ignorar que estas voces, insubordinadas contra el autoritarismo más descarnado –verdadero pinochetismo redivivo con la concentración de detenidos en el estadio de la Villa Olímpica– serán mañana las voces que, con otros acentos y tonadas, se alzarán en cualquier país de la región para enfrentar todo regreso a la barbarie.
Esta histórica lección no debe pasar desapercibida para los senadores argentinos. Algunos, desde la mejor de las intenciones, podrán discutir tal o cual artículo de la ley que salió con media sanción de la Cámara de Diputados; otros pretenderán dilatar los debates so pretexto de cualquier argumento cuando, en verdad, lo único que los anima es impedir que esta norma se convierta en una verdadera ley de la democracia. Pero unos y otros habrán de saber que, aun en las peores circunstancias, los pueblos crean, al calor de sus luchas contra la opresión, vías de comunicación que ninguna legislación avanzada debería obviar. Es más, la experiencia hondureña sirve de estímulo para que en muchos ámbitos vinculados con las organizaciones populares argentinas, ya se esté discutiendo la puesta en el aire de numerosas experiencias radiales vía Internet, amén de las que ya existen. Son experiencias germinales, verdaderas iniciativas de puesta a punto y experimentación de formas de comunicación que, bajo ningún concepto, admitirían ni consentirían que "la ley de medios" quedara en aguas de borraja.
Es que de un modo no programado ni previsto, respondiendo casi desde la intuición, va cobrando forma y contenido un acuerdo antagónico al que pretenden configurar las derechas locales a partir del 10 de diciembre próximo. Si las oficinas de la Vicepresidencia de la Nación van convirtiéndose en un búnker para el desgaste y la erosión permanente del proceso institucional, así también las voces populares van unificándose como ocurriera con el respaldo a la votación mayoritaria de los Diputados. Y esta disputa no cesará en su intensidad. Cuanto más se afanen las derechas por aherrojar la vitalidad democrática, más iniciativas surgirán desde el campo popular. Ahora es el tema de la comunicación, pero mañana será indefectiblemente otro aunque, para entonces y al igual que en Honduras, la comunicación propia será indefectiblemente un instrumento de organización.
Los Senadores de la Nación están frente a una oportunidad irrepetible: avanzan en el camino indeleble que está marcando la voz popular en toda la región y, por ende, democratizan definitivamente el acceso a los medios de comunicación, o habrán de someterse a la crítica, el juicio y la resistencia constantes de quienes jamás serán acallados por más mordazas que les impongan. Ahí está, sin más, la histórica experiencia del pueblo hondureño.

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