lunes, 14 de noviembre de 2011

Entre/Medios

EN LA TRAMA
La "reflexión" debería ser uno de los aportes del periodismo en esta etapa signada por la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Tendría que primar el análisis asentado sobre una base real, o sea, consustanciado con la realidad, y no en la invención o tergiversación con que nos ha acostumbrado en el pasado el monopolio mediático (entiéndase Clarín).

El periodismo debe erigirse en defensor de la información fidedigna, en la transmisión de la misma y en la participación (sin manipulación) de los integrantes de la comunidad.
Los periodistas y los comunicadores sociales tienen que aportar con su opinión atinada y punzante, pero no prestarse al juego de las operaciones de prensa, muchas veces decidida por los dueños de los diarios, radios o canales de televisión.
Y por sobretodo, aquellos medios que tienen intereses en el campo político, deberían transparentar su toma de posición ideológica. 


ESTRATEGIA
Se discute hace rato de la influencia de los medios en la opinión pública y más todavía sobre la eficacia comunicativa que tiene el Grupo Clarín con sus casi 300 repetidoras. Algunos lo admiten y otros no; pero no se puede dudar de que generan cierta atmósfera, pues sus noticias rebotan y se consumen, pudiéndose, en ciertos casos, replicar; pero marcan, en definitiva, determinado tipo de agenda.
Este discurso o relato sólo demuestra su contundencia cuando la política se encuentra ausente, cuando el estado no participa en el debate social; sin embargo cuando la política está en el centro de la escena es posible verificar cómo transforma la realidad. Mucho más perceptible es si responde a un proyecto inclusivo, nacional, popular y latinoamericano. 
Los dueños de la industria del espectáculo como se consideran inmunes (y porque no, impunes) a los cambios políticos pretenden seguir jugando con las mismas reglas y concepciones, quieren que se repitan hasta el hartazgo en el falso vaticinio de la política del espectáculo. Es decir, Magnetto, Mitre y Fontevecchia desean que la política se discuta en los sets televisivos, en los estudios de radios o en las redacciones de los diarios. Ese es el ámbito en que ubican a la civilización, lo demás, es la barbarie (autoritarismo, corrupción, clientelismo, etc.). Pero como se pudo observar el 14 de agosto y el 23 de octubre la política sucede en la calle, es articulada por los propios vecinos y los militantes, es ahí donde se desarrolla su máximo potencial. Y la respuesta en las urnas ha sido contundente. 
Aún así continúan con las operaciones de prensa, con la tergiversación de las noticias, intentando instalar un clima de desesperanza, de desconfianza, como el que vive la crisis europea. Tienen objetivos claros y concretos: desplazar como sea a este gobierno ungido por el voto popular; además el tiempo y ciertos integrantes de algunas instituciones están a su favor (es que las cuentas bancarias les permiten programar a futuro), y un ejemplo es lo que sucede con las cautelares en la Justicia con la Ley de Medios. El gobierno debe poseer también un proyecto comunicacional que supere la confrontación sectorial, lo necesita para informar con precisión cada una de las decisiones que toma e implementa, la verbalización y el sentimiento son dos recursos extraordinarios de la presidenta Cristina Fernández, y hay que explotarlos al máximo. Aunada una estrategia comunicativa al líder carismático, llevando adelante las políticas que nos condujeron hasta acá, el siguiente paso será el de conquistar más derechos para la ciudadanía, sólo así será efectivo el cambio y su profundización.

Apuntes para la militancia de J. W. Cooke


PRÓLOGO

Por Facundo Moyano – Juventud Sindical

El lector se preguntará cuál es el motivo que impulsa la redición de esta obra de John William Cooke. Nos propusimos mantener vivo su pensamiento, por ello nos decidimos a publicar, conjuntamente con el Instituto Superior Dr. Arturo Jauretche, Apuntes para la Militancia

Por un lado, consideramos fundamental la lectura de este libro por su contribución al pensamiento nacional, a la cultura popular y el aporte teórico que significa para la clase trabajadora. Por otro lado, porque vivimos tiempos de profundas transformaciones y creemos de vital importancia el estudio de nuestra historia desde una concepción que nos permita comprender de dónde venimos, para entender dónde estamos y así analizar hacia dónde vamos. Cooke, en este magnífico libro, nos dice que “el pasado no es simplemente evocación emotiva” sino que “el pasado está presente porque toda política actúa sobre un medio concreto, sobre un marco histórico por el cual fluyen una serie de valores culturales acumulados a través del tiempo, y asimismo las instituciones que fueron producto de ese proceso”.

Esta obra nos acerca a un análisis de la realidad de un determinado momento histórico, un estudio de las relaciones de fuerza, del nivel de conciencia y de organización de las masas. Nos facilita, por lo tanto, tomar elementos que nos ayuden a indagar rigurosamente la actual coyuntura y así entender los desafíos que tenemos por delante.

Entonces, lo primero que merece ser destacado es que este libro de Cooke fue escrito en 1964, en plena Resistencia Peronista, cuando la alianza policlasista que había logrado que el General Juan Domingo Perón sea presidente durante dos períodos se vino abajo. Y fue el movimiento obrero quien quedó luchando mientras la reacción oligárquica derramaba la sangre del pueblo argentino y sumía al país en una de las tantas dictaduras militares que humillaron a la Patria.

Muy distinto es el momento actual, en el que el movimiento nacional y popular se encuentra inmerso en un proceso de avance, de restitución de derechos, y de recomposición del tejido social, sustentado en una fuerte organización del movimiento obrero.

A partir de la asunción del ex presidente Néstor Kirchner el 25 de mayo del 2003 y con la profundización de nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Argentina retomó el camino emprendido por el pueblo junto a Perón el 17 de octubre de 1945.

Asimismo, el contexto mundial era completamente distinto. Mientras en los años ’60 los países centrales, luego de la Segunda Guerra Mundial, atravesaban un ciclo de expansión, habiéndose recompuesto de la crisis económica, y comenzaban a reconstituir su poder – especialmente Estados Unidos que se erguía como potencia mundial hegemónica-; en la actualidad, las potencias mundiales viven una profunda crisis sistémica, producto del agotamiento del capitalismo depredador, sumergidos en una intensa recesión económica. El mundo comienza a virar hacia una organización multilateral del poder, dividiéndose en bloques regionales.

Cooke, tanto en esta obra como en su práctica general, pone sus conocimientos al servicio de los sectores populares y de los trabajadores en particular, porque como decía Rodolfo Walsh, “el campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante y el que comprendiendo no actúa tendrá un lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra”.

De todas formas, Apuntes para la Militancia no sólo nos ayuda a echar luz sobre muchos aspectos de nuestra historia, también aporta elementos para actuar en el presente, teniendo en cuenta que el momento histórico actual no es el mismo, sino que se configura como continuidad de aquel. En relación con lo último, pensamos la formación y la teoría no como algo escindido de la práctica, sino como parte de un todo, ya que la misma práctica política tiene su momento de reflexión y su momento de acción. En ese sentido, nos parece vital problematizar nuestro derrotero histórico, analizando las experiencias del movimiento obrero y del campo popular en general, porque la formación de los trabajadores debe ser permanente, más si concebimos como parte de nuestra tarea resolver las contradicciones que se nos presentan día tras día.

“Las funciones inexcusables son extender y ahondar ese conocimiento directo, elaborar críticamente datos de la realidad contemporánea y presentar conclusiones que aclaren su sentido, extraer y generalizar las enseñanzas que deja la acción colectiva, tareas sin las cuales no se perfeccionan las formas organizativas y de combate”, explica Cooke sobre el propósito de la obra. Y agrega: “Lo primero que procuramos demostrar en la brevedad de este informe es que la teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística manejan unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas. No les llega como un conjunto de mandamientos dictados desde las alturas, sino por un proceso de su propia conciencia hacia la comprensión del mundo que han de transformar”.

En Apuntes para la Militancia, Cooke plantea como uno de los ejes principales la Cuestión Nacional e indaga en la historia argentina para comprender los orígenes del peronismo, al cual define como un encuadramiento de los sectores populares, vertebrado alrededor de la clase trabajadora. Entiende a la Argentina como un país sumiso en una estructura semicolonial, pues si bien tras la Revolución de Mayo obtiene una independencia formal en la que los ciudadanos eligen a sus gobernantes, económicamente es dependiente de los países dominantes, porque ejercen su supremacía al ser ellos quienes toman las decisiones sobre el futuro de la Nación, ya que toda la producción nacional no excede los límites de ser una mera abastecedora de materias primas a la industria foránea. Queda planteada así la antinomia histórica: liberación o dependencia, Argentina “granero del mundo” o proyecto industrial con valor agregado, un país de espaldas a Latinoamérica y mirando a Europa y Estados Unidos o un país integrado política, económica y culturalmente a la Patria Grande.
Cooke, al igual que otros intelectuales del campo nacional y popular, rompe con la historiografía mitrista y ubica al federalismo de Juan Manuel de Rosas, a las montoneras federales de Vicente Ángel “Chacho” Peñalosa, Felipe Varela y López Jordán, y al radicalismo de Hipólito Yrigoyen como antecedentes del peronismo en la lucha por la liberación nacional, a la cual define como lucha antiimperialista.

Identifica, como tarea primordial para comprender la obra que el movimiento de masas ha de realizar, los tres elementos fundamentales que el movimiento nacional y popular debe tener claro en cada momento histórico:

el enemigo principal, la correlación de fuerzas y el estado de conciencia y organización del pueblo.

En ese sentido analiza: “Por nuestras virtudes hemos podido agudizar las contradicciones internas de los sectores gobernantes, impedir muchos de sus abusos, evitar la institucionalización del despojo y el semicoloniaje. Por nuestras carencias no hemos logrado impedir que el régimen siga manteniendo intacta la superioridad en fuerza material que le permite subsistir, oscilando entre la dictadura desnuda y la dictadura encubierta tras las formas rituales de la democracia minoritaria. A su propia anarquía e incoherencia hemos opuesto nuestras propias indecisiones, nuestra invertebración teórica y operativa”.

Luego, en el abordaje específico del peronismo, Cooke analiza los límites organizativos de la Resistencia Peronista, se muestra pragmático, doctrinario y señala que “el peronismo no era un hecho de magia sino que era la expresión política que tomaron determinadas fuerzas del desarrollo que si algún día, porque el peronismo malogre su vocación, abdique su misión, desapareciese el peronismo, no desaparecería esa fuerza porque no es simplemente un hecho de la superestructura política sino que es una forma política que toma un hecho económico y social”. 

Finalmente, con la esperanza de aportar al menos un granito de arena y contribuir al robustecimiento de la conciencia de las masas, y en particular de la clase trabajadora, que permita concluir el camino iniciado con la Revolución de Mayo, continuado con la gesta libertadora del General José de San Martín, seguido por el federalismo de Rosas, las montoneras del “Chacho” Peñalosa, Varela y Facundo Quiroga, el incipiente e invertebrado movimiento nacional de Yrigoyen, el protagonismo de los trabajadores sublevados desde el subsuelo de la Patria gracias al liderazgo del General Perón y el resurgimiento del movimiento nacional y popular de la mano del compañero Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, podemos decir, al igual que Cooke, con total convicción y firmeza que “no escribimos para conquistar corazones sino porque creemos tener razón, y esa razón sólo vale si la comparten las masas trabajadoras que son las que hacen la política revolucionaria”. Porque los trabajadores somos el peronismo, desde su génesis con el 17 de octubre, porque como decía Jorge Di Pascuale, histórico dirigente del sindicato de Farmacia, desaparecido y asesinado por la dictadura genocida, “el peronismo no se inserta en la clase trabajadora sino que la clase trabajadora es el peronismo en sí mismo”.

Tomado de http://juventudsindical.com/

domingo, 6 de noviembre de 2011

Algo de la política pampeana y el ME


Movimiento Evita forma parte del PJ nacional y también integra el PJ local; aunque ciertos intereses intenten diluir su presencia y desarrollo territorial.

En la editorial del diario La Arena de la fecha Leonardo Santesteban fustiga al Frepam, ante el intento de deslegitimar el triunfo del peronismo en Santa Rosa. En un mesurado análisis aclara cierta confunsión y despeja las dudas que sembraron tanto los dirigentes que perdieron las elecciones como también la misma prensa. A eso no lo evidencia el columnista.


Otro dato importante, pero bastante equivocado, es la insistencia que el sector que conduciría la Secretaría de Cultura es el kirchnerismo del PJ; ya que fue señalado en varias notas y ahora es resaltado por Santesteban: "Larrañaga regresó sobre sus pasos y dio un giro de 180 grados: decidió convocar al sector más progresista de su partido para que le ayude con un proyecto cultural para Santa Rosa".

En los congresos partidarios que se han hecho en estos años al "sector" progresista que se enuncia jamás se lo vio participar, es más, quien fijó posición en esas instancias defendiendo las políticas instrumentadas por el Proyecto Nac&Pop fue el Movimiento Evita.

Esas agrupaciones también conforman el amplio espectro que abarca el kirchnerismo, y nadie cuestiona su extensa militancia, incluso han llevado adelante acciones para consolidar y ampliar su influencia en La Pampa, pero no se puede obviar que lo han hecho fuera de la estructura partidaria. 

Pero habría que agregar algo más, porque pareciera que los que administran la palabra soterran el compromiso, e incluso, la militancia de otros protagonistas. En ese sentido, es mucho más fácil posicionarse cuando se está en el llano, cuando no se arriesga el liderazgo político, cuando se lleva adelante un gobierno. En consecuencia, hay que tomar en cuenta la realidad, y es muy auspicioso que el compañero Miguel García haya decidido asumir la responsabilidad de conducir desde una institución como es la Secretaría de Cultura Municipal, porque va a enaltecer esa función, y tendrá nuestro apoyo para los objetivos que planifique.

Pero es necesario reconocer que muchas de las proyecciones a futuro que se pueden hacer desde este presente, con las consecuentes articulaciones posibles con el gobierno de Cristina, se deben a la perspicacia y el convencimiento del actual gobernador Oscar Mario Jorge. Cuando muchos se obstinaban para que les diera la espalda a Néstor o a la presidenta que sumó más del 54%, el "Ningo" estuvo bancando la parada, aunque arreciaran las críticas.

Hoy la provincia, representada en la fórmula Oscar Mario Jorge/Norma Durango, y el municipio conducido por Luis Larrañaga, y que gobernarán los próximos cuatro años, estrecharán más los vínculos con la administración de Cristina, por lo tanto las políticas que se puedan desarrollar dependen de dicho factor, más los que concreten las agrupaciones sociales y políticas que tienen anclaje en La Pampa. Queda claro que el motor de transformación es el peronismo, con sus aliados. En esta planificación de estrategias y conjunción de roles muchos de los programas y proyectos emanados desde Nación podrán encarnarse en beneficio de nuestros pueblos, de nuestros comprovincianos.

jueves, 27 de octubre de 2011

Néstor, el presidente militante


Movimiento Evita – La Pampa

Con la desintegración de la URSS y la caída del muro de Berlín el contrapeso del capitalismo se fue desvaneciendo. De inmediato el pensamiento único inició su contraofensiva para imponer el fin de las ideologías. Francis Fukuyama le puso letra al panfleto que determinaba que los metarrelatos ya no tenían razón de ser. Tampoco contaba para estos factores de poder hegemónico la dirigencia y la militancia que no conciliaban con el discurso de las políticas neoliberales, por lo tanto había que sojuzgarlos. Y esta fase no sólo pretendía dominar a los estados a través de la economía concentrada, sino que la estrategia se desplegó a todos los campos de acción y reflexión humana. Pero con el tiempo a todo dispositivo de poder le surge un contrapoder, y se empiezan a construir alternativas y opciones que enfrentan a los opresores de los pueblos. En ese sentido Latinoamérica, que había padecido el rigor de los genocidas de la dictadura y fue el terreno de experimentación de las recetas del FMI y el Banco Mundial, engendró sus anticuerpos, y especialmente nuestro país, después del fracaso de los gobiernos menemistas y de la Alianza.

Durante el proceso neoliberal la política fue alejándose de los ciudadanos; y cuando las mayorías no se sintieron representadas por la dirigencia tanto las organizaciones sociales como nuestros "indignados" ganaron la calle, iniciaron la resistencia, a pesar de la violencia de los aparatos represivos del Estado.
"Que se vayan todos" fue la consigna popular que emergió en diciembre de 2001, cuando 30 argentinos fueron masacrados por la policía. Ya la lista de asesinados en democracia indignaba, y más exasperaba el nivel de pobreza, desocupación y excluidos que había en el país.

Un hombre venido del profundo Sur supo interpretar la realidad, supo comprender las necesidades urgentes de muchos argentinos y argentinas. En su juramento como presidente de la Nación Néstor Kirchner había advertido que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y cumplió, lo hizo a rajatablas, respaldado por las grandes mayorías, trocó esa popularidad tocando intereses y se granjeó el odio de los mismos de siempre, el odio de las familias "adueñadas del país". Así fue también con Perón, con Evita y con cada referente del campo popular. Los poderes fácticos ―y especialmente el monopolio del grupo Clarín―, lo convirtieron a Néstor en el nuevo monstruo que debían derrotar.

Ese hombre, que era como nosotros, pero con responsabilidades, como lo supo decir, al igual que nuestra reelecta presidenta Cristina, sabía que no podía ceder frente a la impunidad de los grupos de poder, sabía que tenía que modificar tanto la correlación de fuerza como la estructura económica y política del país para que el Proyecto Nacional y Popular se sostuviera en el tiempo, se consolidara y proyectara al futuro, para incluir a todos y todas las compatriotas.
Enumerar cada una de las medidas y decisiones que lo tuvieron como partícipe es refractar su compromiso y su voluntad para transformar la Argentina.

Néstor reivindicó el sentido de la política, la colocó otra vez en el centro de la escena, en el lugar que nunca debió abandonar. Y con sus actos refrendó que la legitimidad se logra en las urnas, y que a los representantes del pueblo los sustenta el voto popular. Néstor impuso, a través de su práctica, que la política es la que decide los destinos del país.

Néstor fue vilipendiado por los multimedios que tienen inversiones económicas, empresariales y, además, las manos manchadas de sangre con los negocios que hicieron junto a los dictadores. A pesar de todo Néstor no cedió un tranco en sus objetivos, es más, no sólo se destacó por la decisión de situar a la política sobre todo interés sectorial, convirtiéndola en la herramienta de transformación del país, sino que su concepción estratégica incorporó en la agenda el fortalecimiento de políticas conjuntas con los países latinoamericanos. Aquellas relaciones que habían sido proyectadas por nuestros próceres y reflotadas por Perón bajo la concepción de la Patria Grande, de unidos o dominados.

Néstor, como todo líder, entregó hasta su último aliento para que el proyecto que encarnaba no sucumbiera, para que no fuera vencido por las fuerzas antipopulares, por los viejos adversarios sectarios del pueblo. Néstor le devolvió con su ejemplo la dignidad a una Argentina devastada por el neoliberalismo. Néstor le insufló a la política su personalidad de lucha, porque ese es el lugar donde se dirimen los intereses de la Patria. Néstor sabía que la única forma de zanjar las abismales diferencias económicas en nuestro pueblo era a través de una nueva redistribución de la riqueza. Y ante eso se opusieron los privilegiados con apellidos patricios.

Néstor nos dio una razón para continuar reconstruyendo el país, como también nos las dieron San Martín, Bolívar, Artigas, Perón, Evita, la resistencia peronista, los desaparecidos. Néstor nos habla junto a Cristina, y sabemos que la política no es neutral, nuestra presidenta lo ha dicho claramente: "no soy neutral". Néstor nos recordó que todo pueblo debe defender sus ideales, debe dar lo mejor de sí para que se realice cada hombre, para que la idea de Patria sea una premisa que nos enorgullezca. Néstor dejó jirones de su vida en cada militante, en cada fábrica, en cada discurso, como nuestra compañera Evita. Néstor, el presidente militante, nos reconcilió con nosotros mismos, nos hermanó, nos devolvió la ideología, y la militancia recuperó la alta premisa: soberanía política, independencia económica y justicia social. Por eso Néstor está con cada uno de nosotros, está en la historia y debemos llevarlo, tal cual lo hicimos con Cristina el pasado 23 de octubre, como bandera a la victoria.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Un año sin Néstor


El 27 de octubre se cumple el primer aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner, el hombre que a partir del 25 de mayo de 2003, desde la Presidencia de la Nación inició una nueva época en Argentina.

Néstor Kirchner le puso fin al neoliberalismo que durante más de treinta años destruyó la economía nacional y desmembró a la sociedad argentina. Desde la Presidencia  instaló a la política en el centro de la escena nacional, y subordinó los poderes corporativos al interés general. Demostró con sus decisiones de gobierno que era posible cambiar una estructura social injusta, orientando sus realizaciones a la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Mostró a los jóvenes que la política era una actividad digna, desde donde se podía disciplinar a los poderosos, y tener utopías de construir una sociedad mejor para todos.

Sus políticas beneficiaron a las mayorías populares y también a las minorías discriminadas. Los jubilados, los trabajadores, las mujeres y los jóvenes argentinos vieron en él al Presidente que pensó en ellos y amplió sus derechos. Los viejos militantes sentimos a Néstor Kirchner como un compañero de lucha y de ideales, las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo lo sienten como a un hijo propio. El proyecto político nacional, popular y latinoamericano iniciado en 2003, hoy conducido por Cristina, fue ratificado rotundamente el pasado domingo 23 de octubre con cifras históricas.

Néstor Kirchner fue un líder político excepcional, y un patriota que vivió nuestro tiempo. El hombre que cambió la historia en el siglo XXI, defendiendo los intereses nacionales y populares, y enarbolando la bandera de la Patria Grande Latinoamericana. Esa es la dimensión de su figura, y la que seguirá proyectándose en el futuro. Por todo eso y mucho más, Néstor sigue vivo en la memoria de su pueblo. Convocamos a todos los peronistas a honrarlo con una tarea militante que respalde a Cristina, y defienda el proyecto nacional y popular en marcha.


Firman: Luis Giles (7.364.678). Oscar Gatica (12.608.313). Liliana Lazo (11.137.379) Mario Folmer (5.267.468) Amalia Deponza (4.611322). Alfredo Grandón (8.010.823). Jorge Fontán (5.059.896). Rosa Mabel Lazo (11.866.215). Raúl Peralta (10.614.656) Siguen firmas

JP de los 70

Peronismo y Comunicación


por Marcelo Fernández Portillo - Revista Apuntes N° 5 (La Pampa)

Continuamos interpelando al peronismo desde distintas tópicas. En el escrito anterior publicado en el Nº 1 de nuestra revista lo hacíamos con el concepto de “República”. En este caso lo someteremos al de “Comunicación”.

En primer lugar, habría que definir de qué se habla cuando se habla de comunicación; si se la aborda desde una perspectiva técnica, se podría concluir que si los gobiernos peronistas han tenido y tienen problemas en la materia, estos serían consecuencia de la falta de instrumentos adecuados e intérpretes idóneos: medios propagandísticos rústicos, comunicadores torpes y mensajes ramplones, confusos o agresivos (o todo a la vez).
Ese no es nuestro enfoque, no es ese el lugar desde donde interpelaremos al peronismo. Desde nuestra perspectiva el problema de la comunicación es mucho más complejo y profundo, y se entiende si se integra el factor comunicacional dentro del problema cultural y no como ítem aislado.
  

Primer y Segundo gobierno peronista:

Si partimos de la trama cultural podremos entrever que esta deficiencia es histórica en el peronismo. La “Gran Década” (en rigor de verdad, fueron 12 años desde la revolución juniana del ‘43 hasta la restauración oligárquica del ‘55) fue testigo de un formidable impulso modernizador y soberano que sacudió a la anquilosada estructura agro-exportadora conservadora. La alianza de los sectores industrialistas del ejército con la clase trabajadora amenazó por primera vez los cimientos del poder de la clase terrateniente aliada al imperio británico, primero, y al norteamericano después. Irrumpieron los derechos de los trabajadores y las conquistas sociales.

El gobierno de Perón provocó una fuerte transferencia de riquezas concentradas en el sector del capital hacia el sector del trabajo. El tan mentado “51 % y 49 %” (con la concomitante dignificación del trabajo) a favor de las clases asalariadas es una de las razones más contundentes del odio al peronismo de parte de los poderosos. Este proceso estaba claramente encabezado por la cada vez más vigorosa clase obrera industrial, que irrumpe en la escena política argentina definitivamente en las Jornadas de Octubre. Pero el mundo del trabajo no era ayer, como no lo es hoy, únicamente el proletariado industrial, sino los amplios sectores medios que básicamente se asentaban, y se asientan, en el sector de servicios, constituyendo una gran masa asalariada, que como tal, pertenece concreta y efectivamente, al mundo del trabajo y no al del capital. En tal sentido, los sectores medios fueron, directamente, beneficiarios de ese “nuevo país” que surgió en la década del ‘40. En modo alguno las políticas del peronismo atentaron contra sus intereses, sino más bien, todo lo contrario: un país con una estructura económica diversificada, con crecimiento industrial, investigación científica aplicada y desarrollo tecnológico, no hacía más que ensanchar el horizonte de expectativas de los amplios sectores medios, que eran los que se preparaban en las universidades para el ejercicio de profesiones que no tendrían mayor destino en la vieja Argentina pastoril.

Y aquí puede situarse la raíz del problema. Lacan sostenía que “el hombre es el ser que se piensa donde no es, y es donde no se piensa”. Esta sentencia es perfectamente aplicable a la pequeña burguesía urbana de nuestro país: ella, en su imaginario, se piensa en un lugar que no es el propio. En su aspiracional se ve más cerca del mundo del capital, es su modelo. Pero su realidad material indica otra cosa, indica que ella es parte indiscernible del mundo del trabajo; o sea, ella es donde no se piensa, más cerca de aquellos a los que desprecia y teme por ignorancia.

Las clases medias no tienen destino individual; ni siquiera el ejercicio liberal de las profesiones que eligen puede garantizarles el pase al exclusivo “mundo de los elegidos”. En su mayoría, terminan constituyendo el triste ejército de “cagatintas” de todo pelaje, deambulando por oscuros despachos, estudios o pasillos de hospital.

¿Qué pasa entonces cuando la política concreta de un gobierno favorece claramente a un sector y ese sector igualmente le es hostil? Pasa que ese gobierno no ha mensurado en su cabal medida el problema de la “colonización mental”, y sus efectos ideológicos, que sufrieron desde sus orígenes estos sectores, vulnerables a la influencia de los intereses de las corporaciones, justamente por tener acceso permanente a los medios que los difunden, influencia de la que quedaban exentos los sectores más postergados por la misma razón de que no tenían acceso a ellos.

El aparato de dominación cultural de las clase media de entonces estaba encarnado en los medios de prensa y la universidad, instancias a las que dicha clase tenía acceso. En el caso de los medios de prensa, si bien en la década del ‘40 no se puede hablar de multimedios, sí se puede señalar que los diarios de la época eran aquellos fundados por las familias patricias, luego devenidas sin más en oligárquicas. La Prensa de Gainza Paz y La Nación de los Mitre. A estos se sumaban Crítica de Botana y el novísimo, por entonces, Clarín de Noble. Todos machacaban, de un modo u otro, en contra de la “tiranía”.

Con la universidad ocurría otro tanto. Ella era refugio de un tipo particular de joven: formado, muchas veces embebido en las teorías políticas y sociológicas más avanzadas del momento, pero con una miopía absoluta para descifrar el carácter particular de las coordenadas argentinas: ese personaje fue bautizado por Jauretche como “el fubista” (en alusíón a la Federación Universitaria de Buenos Aires). En espejo, los institutos de formación militar generaban, justamente, la imagen especular del aquel “fubista”. Desde allí se impartía una formación pretendidamente nacional, conservadora,  defensora  de las supuestas tradiciones patrias, con acento en el sonsonete de Dios, Patria, Hogar o sus variantes de Dios, Familia, Propiedad, etc.

Ambas instituciones, la Universidad y el Colegio Militar acogían a los hijos de la pequeña burguesía urbana en sus dos variantes: la supuesta progresista de los estudios civiles y la supuesta nacionalista de los estudios militares. Ambas coincidían en su odio al gobierno popular del General Perón. Nótese que entre la oficialidad militar no existieron ni existen apellidos patricios, sino que todos son de origen inmigrante. La alianza simbólica entre la oligarquía vernácula y los sectores militares se dio a través de los casamientos: en efecto, era común que las jóvenes hijas de la oligarquía fueran entregadas en matrimonio a los rústicos (pero serviles) oficiales plebeyos.

Reforzando esta descripción, es importante recordar que orgánicamente la Universidad fue un baluarte del rechazo al movimiento nacional, y que en el caso de las fuerzas armadas sólo un sector minoritario apoyó decididamente al gobierno popular, mientras que otra minoría, la reaccionaria que nucleaba tanto a sectores del llamado nacionalismo católico como del liberalismo vernáculo (representados en el golpe por Leonardi y Rojas, respectivamente), quedaba a la espera del tiempo de la restauración oligárquica. En el medio de ambas minorías, quedaba el grueso de esa oficialidad que en un primer momento se alineó, sin convicción y sólo por inercia profesional, al gobierno peronista para luego apoyar sin más el golpe fusilador del ‘55.[1]

En aquel entonces, no bastó con la prédica clara y profunda de don Arturo Jauretche, el gobierno de nuestro General fue bastante impiadoso con nuestros propios intelectuales, aquellos que estaban llamados a combatir en el frente de las ideas. Los dejó solos. De hecho, la reivindicación de figuras tales como Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal, el propio Jauretche, John W. Cooke, y más tarde, Hernández Arregui, no fueron rescatadas desde el peronismo, sino desde las corrientes revisionistas de la izquierda nacional. Este es un hecho irrefutable.

El peronismo histórico fue un cuerpo formidable, con buena contextura muscular; con la que asestó golpes que dolieron, y mucho, pero que no alcanzaron a derrumbar al contrincante, solo lo dejaron maltrecho por un tiempo. ¿Qué pasó?, pasó que faltó cabeza, y un cuerpo sin cabeza, un cuerpo portentoso pero de cabeza chica, finalmente, es derrotado, porque en algún momento el músculo se agota.

Si el gobierno peronista adoptaba una medida revolucionaria, con la que se adquiría un fabuloso caudal de soberanía, tal como fue la nacionalización de los ferrocarriles, pero a la par los rebautizaba con nombres extraídos del procerato oligárquico (Sarmiento, Roca, Mitre), entonces significa que el cuerpo está separado de la cabeza; que se toman medidas objetivas correctas, y hasta revolucionarias, pero no se las puede inscribir subjetivamente en el proceso histórico que debería enmarcarlas y las dotaría de esa fuerza intangible que solo es otorgada por la conciencia histórica.

No se puede comunicar eficazmente aquello acerca de lo cual se desconoce su sentido más profundo. No hay técnica ni profesional que pueda sostener ese vacío. En el mejor de los casos, lo hará por un plazo módico y perentorio.

Como decía el antropólogo Blas Alberti, don Arturo Jauretche no debió ser el ministro de educación del gobierno peronista: debió ser Zar de la educación argentina. Sin embargo, nuestro gobierno lo relegó a una oscura posición técnica en el Banco Provincia. Otra vez, el cuerpo despegado de la cabeza. En cambio, en las esferas gubernamentales de entonces pululaban, como propagandistas y difusores de la acción de gobierno, aduladores oficialistas como Apold y Mendé (ante los cuales, D’Elía y Moreno son delicadas figuras renacentistas).

Otro tanto ocurrió en la Universidad, usina del cipayismo pequeño burgués desde siempre, y al que nuestro gobierno, torpemente, sólo supo imponerle el reaccionarismo cerril de los nacionalistas católicos (tan cipayos, finalmente, como su contracara demo-liberal). Por un lado, los jovencitos que aspiraban a ser abogados o contadores de las grandes corporaciones, y por el otro, los funcionarios cavernícolas con hacha de sílex. Saquemos nuestras propias conclusiones.

Queda claro que el gobierno de Perón fue derrocado por sus logros, no por sus defectos. Pero que ello haya sido posible, es decir, que un gobierno popular apoyado por la robusta y numerosa clase trabajadora haya podido caer a manos de un grupo de militares facinerosos que contaron con el apoyo de amplios sectores medios se explica en gran parte porque el peronismo no pudo o no supo dar la batalla cultural, una de cuyas patas, la comunicación, fue absolutamente deficitaria.


La era kirchnerista

Desde el 2003 a la fecha hemos asistido a un promisorio proceso, a partir del cual queda claramente explicitada la confrontación de dos modelos: el inclusivo, apoyado en el mercado interno, los sectores del trabajo y la producción; y el exclusivo, sostenido por el poder financiero internacional y el poder económico transnacional concentrado. De nuevo, como en el ‘45, quedan expuestas las contradicciones de un gobierno de estas características, movimientista, policlasista; ambigüedades acerca de las cuales los militantes del movimiento nacional estamos advertidos: sabemos de las marchas y contramarchas, de los avances y de las agachadas circunstanciales. El purismo nos place  dejarlo a los estudiantes de Filosofía y Letras, para que sigan construyendo su “proletariado ideal”, “su revolución ideal”; nosotros nos quedamos con el obrero de carne y hueso y con la revolución peronista.

Sabemos que hay militantes honestos y capaces ejerciendo la función pública, como sabemos que hay “amigos del poder” que cuentan con la anuencia de parte del actual gobierno para hacer “buenos negocios”: los hubo también en la década del ‘40, como señala el historiador Norberto Galasso, encarnados en las figuras de Silvio Tricerri y Jorge Antonio (por citar algunos), los “Cristóbal López” de entonces (por citar a uno, ya que no el único, de los buenos hacedores de negocios cercanos a nuestros gobernantes).

De sesenta años a esta parte, los mecanismos de control ideológico, más allá de  que se han diversificado, y a pesar de la variedad de recursos, asumen las más de las veces la misma cara torpe y brutal que en aquellos tiempos. Tomemos como ejemplo al “multimedio” que nos asola: ninguna sutileza, todo vil. Lisa y llanamente. Tiene poder y tiene llegada, aunque cada vez más menguada y más cuestionada.

Las jornadas “ruralistas” del 2008 en la Capital Federal, con motivo del debate por la resolución 125, de no ser por su trasfondo trágico, tendrían una vis cómica insoslayable: un sinnúmero de imbéciles que no tienen ni tierra en sus apretados balcones barriales, repitiendo el sonsonete que las corporaciones rurales y el “multimedio” ponen en sus torpes cabezas (como diría el cantautor Jorge Marziali) y que ellos repiten desde sus bocas mustias.

Otra vez un panorama similar: de un lado, el país real, el de la “realidad efectiva” que pregona nuestra marcha, un país que recuperó todos los indicadores económicos que cualquier país serio considera, que navegó con éxito sobre una crisis internacional mayor aún que aquella del ‘30 y que se está llevando puestos a algunos de los “modelitos” que nos enrostraban hasta el hartazgo ayer nomás: Irlanda, Islandia y España (no cito el derrumbe de Grecia, porque nunca adquirió el status de “modelo”, pero también vale señalar su caída en desgracia, que desnuda la felonía de naciones como Alemania y Francia), para no hablar del descalabro norteamericano.

Un país en donde reapareció algo que nos era asiduamente esquivo: el consumo, ese de los grandes sectores populares, conformados por aquellos que por fin pueden garantizarle una dieta apropiada a sus hijos (aún reconociendo todo lo que resta por hacer en la materia) y por aquellos otros que invaden todos los destinos turísticos y consumen toda la tecnología disponible en el mercado, dejando a su paso “tierra arrasada”.

Y por el otro, el país de la ficción multimediática que trata de ser impuesto a parte de esos sectores medios acomodados, nuevamente beneficiados por la política efectiva del gobierno de los “negros de mierda” y del “clientelismo”.

Pero algo comenzó a cambiar, paulatinamente. La penosa e inesperada muerte de Néstor puso en superficie a una inmensa cantidad de familias, con una mayoritaria presencia de juventud movilizada, que salió a mostrar su dolor a la vez que a sostener la continuidad del modelo. Un alto componente de clase media urbana integra este colectivo, dando muestra de que al fin el mensaje está llegando. La realidad material comienza a ser representada por los conceptos apropiados, quedando expuesta toda la decrepitud de los multimedios que intentaron soezmente imponer una realidad inexistente, plagada de miedo y de amenazas.

Estos amplios sectores medios, que en un principio miraron con cierta desconfianza a este gobierno, se han visto netamente favorecidos por medidas tales como la Ley de Medios, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Intérprete, la coherencia en la política de Derechos Humanos, pero por sobre todo, por el profundo clima de libertad de expresión que se alienta desde el propio gobierno y que nadie en sus cabales puede negar.

El actual gobierno ha ido corrigiendo sobre la marcha algunas torpezas en materia comunicativa, sobre todo a partir del affaire “Resolución 125”, ajustando el discurso, haciéndolo más abarcador para no hacer sentir al que eventualmente no acuerda con algún movimiento del gobierno como si fuera casi un traidor a la patria; midiendo réplicas, afinando las piezas publicitarias. A lo que se suma fenómenos de la comunicación como el programa televisivo “6-7-8” (al margen de las críticas que se le pueden hacer) y la aparición de un diario como Tiempo Argentino, por citar sólo alguno de los más conocidos, pero no los únicos.

No obstante ello, existe un núcleo duro en las capas medias acomodadas que sigue siendo refractario a toda política nacional, sirviendo de “base popular” a los sectores políticos más reaccionarios, lo que no huelga para que se beneficien con gran parte de las medidas gubernamentales, pero ideológicamente están formados en la matriz más conservadora: aquella que detesta al humilde, la que aborrece los derechos humanos y toda política que tienda a ensanchar los derechos civiles. Esta “roca viva” del reaccionarismo será inmune a todo mensaje contemporizador, integrador. Les va bien, pero saben que también les iría bien con otras políticas. Que harían buenos negocios financieros en un marco de desregulación estatal, sin controles y a costa de la destrucción de nuestro mercado interno y del tejido social. No les importa, es más, lo prefieren así: no al Estado administrador de justicia social, y de paso, no a la “pestilente” política de derechos humanos que implementa esta caterva de montoneros.

Profundización del modelo y formación de cuadros para consolidar a la Argentina soberana, dueña de su destino. El combate no se da sólo a partir de las medidas concretas, sino en el campo de las ideas. Debate y Comunicación. Circulación de contenidos. Socialización de los resultados.
 


[1] Párrafo aparte merece la suboficialidad de las tres armas, conformada mayormente por hombres de provincia, de origen criollo, la que habiendo sido históricamente discriminada por la oficialidad, encontró en el peronismo su reivindicación, mejorando notablemente sus condiciones profesionales y su nivel de vida. En su seno el apoyo al gobierno popular fue mayoritario.