por Marcelo De Angelis - El Noticialista
Son jodidos los medios. Mejor dicho, las corporaciones mediáticas, ese conglomerado de empresarios, ejecutivos y personajes farandulescos que a partir de la década menemista salieron a tallar fuerte entre los sectores dominantes.
Cada vez más autoreferenciales, proyectan sobre el conjunto social sus propios intereses económicos y su visión de clase. Los temas que les preocupan y las perspectivas desde las cuales los abordan sólo hablan de sí mismos, miran el mundo a través de su propio ombligo, y pretenden que el país sea la extensión de las fronteras de sus barrios privados. Seguridad policial, calles despejadas, el pastito cortadito y los nenes rubios, limpios y obedientes.
Pero la realidad no responde a las reglas de los countries. Los pibes alcoholizados se ahogan en sus lagos artificiales, la seguridad privada no asegura nada, hay robos y homicidios que parece salidos de una novela negra.
Fuera de esos mundos ficticios, de escenografías construidas a fuerza de dinero, está la vida de los pueblos. Y ya sabemos cómo es la vida: diversa, compleja, contradictoria, sucia, plebeya y hermosa. Es lo menos parecido a esa fantasía hollywoodense con la que sueña nuestra farándula parasitaria de cabotaje.
Ya no les basta con tener una vida de privilegios y de obscena riqueza, ahora salen a pedir represión para limpiar las calles de manifestaciones obreras, y encierro carcelario para disciplinar a los pibes que han sido despojados de todo derecho. No les alcanza con levantar los vidrios polarizados de sus coches importados, como decía Moria Casán, para no ver la pobreza a su alrededor. Necesitan imperiosamente recuperar ese sentimiento de clase dominante que supieron conseguir con la Dictadura Genocida y con el neoliberalismo menemista. ¿Cómo se puede ejercer la superioridad de clase cuando los negros han ganado la calle, y sus hijos amenazan sus posesiones?
La raíz del mal, por supuesto, es este Gobierno que ha subvertido los valores, que no utiliza su fuerza represiva para mantener las calles despejadas, el pastito cortadito, los nenes rubios, limpios y obedientes, y que encima tiene esta manía distributiva.
Son jodidos los medios. Poco a poco van perdiendo su lugar de intermediarios privilegiados, y por eso están crispados. Durante décadas le pusieron su sello a las agendas de las políticas públicas, y le marcaron el paso a dirigentes subyugados o intimidados por el poder mediático, fabricaron y hundieron personajes, hicieron lobbies feroces y reprimieron a sus trabajadores con la impunidad de su propio silencio. Miles y miles de voces que denunciaban los atropellos permanentes de las corporaciones mediáticas eran ignoradas. Esa multitud de trabajadores de los medios, periodistas, académicos y diversas organizaciones civiles militaron durante muchos años por un proyecto para cambiar la matriz de la comunicación en la Argentina. Ese proyecto hoy se llama Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y es el mayor desafío que jamás haya recibido el poder de las corporaciones mediáticas. Por eso están en pie de guerra, y utilizan a todos sus soldados en ese plan que el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, no tuvo empacho en declarar abiertamente: "desgastar y erosionar desde donde se pueda a este Gobierno".
El problema es que este Gobierno tiene agenda propia, y los poderes mediáticos tienen que correr detrás de los acontecimientos. Perdida la capacidad de imponer agenda, sólo les queda el recurso de la crítica feroz.
Hoy, más que nunca, han renunciado a la función de comunicación, poniendo todos sus recursos para defender su papel de intermediarios entre “la gente” y sus prioridades, para seguir siendo esa suerte de aduana que decide qué entra y qué no en la realidad que pretenden imponer.
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