viernes, 8 de julio de 2011

Madres de Plaza de Mayo

 
Según Jean Pierre Faye "el proceso de la historia se manifiesta en cada instante como doble: acción y relato". La historia sería entonces un proceso o acción real y a su vez un relato que al enunciar lo acontecido produce la historia misma. El relato de la historia es sólo posible por medio de la narración de lo ocurrido; es simplemente como la vida misma: transhistórica y transcultural. Esta resignificación se hace sobre la base de lo sucedido, considerando la voz de los testigos; y como se ha comprobado en la Justicia son tipificados como delitos de lesa humanidad, es que la ejecución del genocidio fue planificado por los responsables de un Gobierno de facto, por lo tanto el juzgamiento de los dictadores es de interés general para la humanidad. Además en la revalorización de la historia que fue silenciada por la "historia oficial" la historia hegemónica hay un reconocimiento a los militantes que luchaban y soñaban por un país mejor y más igualitario, también, subyace, en ese acto, la reivindicación de las víctimas.

Walter Benjamin plantea en su Tesis de la Filosofía de la Historia que "Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo 'tal y como verdaderamente ha sido'. Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro […] El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante […] El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está concientizado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer".

Muy precisos son estos conceptos y es posible aplicarlos para una lectura de lo que pasa en la realidad (o realidades), entonces se puede sopesar la investigación que involucra a la Asociación Madres de Plaza de Mayo que, como se sabe, en una envestida sin pausa los grandes multimedios quisieron perjudicar de forma malintencionada, al colocar en primer lugar a su responsable, Hebe de Bonafini ―que, en este caso, es una de las defraudadas, junto a las demás Madres―; dejando en un segundo plano a los denunciados por los ilícitos, que son los hermanos Sergio y Pablo Schoklender.

Pero la clase dominante ―integrada por el monopolio Clarín, y los grupos de la economía concentrada―, ha sido un socio indiscutido de la dictadura cívico-militar, por lo que van a intentar operar y martillar (como sea) sobre los sentidos, sobre la opinión pública. Pero hoy en día, algunos de esos interlocutores tienen problemas con la Justicia, pueden ser acusados y terminar presos, y sólo resolverían dicho asunto si la coyuntura electoral les fuera favorable; es decir, la necesidad de un cambio de Gobierno los convierte en actores temerarios. Entonces la tergiversación de las noticias que relatan la realidad es irrisoria, una jugada menor; sin embargo si las condiciones se presentaran de otra forma, como en Honduras, por ejemplo, avalarían de inmediato un golpe destituyente. En consecuencia, desde cualquier ángulo pretenden manipular la información para afectar y debilitar el compromiso y la coherencia de las organizaciones de Derechos Humanos, porque representan su antítesis y su lucha se ha convertido en política de Estado.

Colocar bajo sospecha a las Madres, a las Abuelas, a Hijos, a los desaparecidos, es una apuesta riesgosa, pero en la lógica destructiva del monopolio no hay medida, no existe límite. Y como refiere el pensador alemán, los muertos no estarán seguros ante este tipo de enemigos. El único modo de liberar a la sociedad argentina de esta opresión, que lleva décadas, es que sean juzgados también los civiles que activaron e integraron el Proceso de Reorganización Nacional y, al igual que los genocidas, sean condenados, y que las penas las cumplan en cárceles comunes.
Por eso hay que vencerlos legalmente, como ellos no lo hicieron con la militancia popular de los '70, y hay que vencerlos electoralmente, para defender y consolidar la democracia. La obligación del Estado es la de cumplimentar su rol soberano, ejemplar, en tanto debe continuar reivindicando a los vencidos sobre los asesinos.

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