viernes, 31 de octubre de 2008

Desaparecidos por la dictadura argentina

En el día de hoy se cierra una parte de la historia de Rodolfo Daniel Elías, se cierra porque sus restos identificados recibirán sepultura. Decimos una parte de la historia, debido a que las investigaciones deben continuar, debe saberse la historia completa; los argentinos tenemos que conocer cada uno de los detalles, de los hechos concretos e históricos que refieren la vida de este militante, uno entre miles y miles de compañeros y compañeras con que se conforma esta narración del compromiso político, de la solidaridad humana, pero, también, del terror instrumentado por los aparatos del Estado.

Recordemos que ante la violencia del Estado –persecución, tortura, asesinato– iniciada mucho antes del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional –que sumó a su tarea criminal la figura del desaparecido
[1] – los jóvenes argentinos, formados e instruidos políticamente, no vacilaron en defender su posición ideológica y sus propias vidas como las de sus compañeros. En esta lucha popular participaron pampeanos y pampeanas que no debemos olvidar. Y como señala la Secretaría de Derechos Humanos de La Pampa: "hoy en día se sigue recabando información sobre las víctimas del terrorismo de Estado que, en algunos casos, los datos están completos, en otros son parciales, y aún existe la posibilidad de que falten algunos protagonistas; incluido los dos niños o niñas que nacieron en cautiverio".

El siglo pasado fue uno de los siglos más destructivos que conoció la humanidad, quizá se potencie su ignominia porque la destrucción fue a causa de la voluntad de dominio del mismo hombre; la regla hobbesiana de que el hombre es el lobo del hombre se cumplió a rajatablas: dos guerras mundiales, dos bombas atómicas, el Gulag
[2] ruso, los campos de concentración nazis, guerras de baja intensidad pero con constantes perdidas materiales y humanas, las dictaduras en centro y latinoamérica. En fin, como lo señala el pensador francés Alain Badiou en su libro El Siglo, el siglo XX fue el siglo en donde se hizo realidad la pasión de lo real, es decir, aquellas persecuciones y controles que hacia el poder sobre las ideologías, cooptando sus medios de transmisión, a sus difusores se modificó; es que la pasión de lo real se ensañó contra los cuerpos, focalizando su acción sobre los hombres y mujeres portadores de ideas de liberación. Entonces, más que la realización violenta de la "idea", el siglo XX es la época del pasaje al acto; sencillamente una sucesión ininterrumpida de masacres. La historia ya la conocemos en nuestro país: 5.000 muertos, 30.000 desaparecidos.

En este día queremos recordar a Rodolfo Daniel Elías, que ya no es un detenido desaparecido, pero sí es otro de los mártires de las luchas populares. Como tantos compañeros y compañeros ha sido convocado por la hora de los pueblos, la hora de su liberación, integraban formaciones políticas y estaba más que desarrollado el grado de "conciencia de clase", aceptaron militar en una fuerza nacional y popular que quería cambiar la Argentina. La época exigía ese tipo de participación que llevaron adelante cada uno de estos grupos organizados.

Reflexionamos sobre estos apsectos, estas causas, porque creemos y sentimos una continuidad en su lucha: en consignas como "luche y vuelve", "todo explotador es enemigo del pueblo". Aunque muchos nos traten de setentistas, de anacrónicos, de que volvemos al pasado, esa historia está, es necesario exhumarla, porque es parte nuestra, porque todos esos hombres y mujeres formaban parte de un movimiento popular sin precedentes en la historia argentina. Durante el Proceso de Reorganización Nacional, los motorizadores de la llamada guerra sucia, contaron con el obcecado trabajo de cierta prensa para instalar la tergiversación, la infamia, la desinformación a la población. Era una herramienta que funcionaba perfectamente, que se reiteró en todo el cono sur, un caso ejemplar es el del diario chileno "El Mercurio" (ver la película dirigida por Ignacio Agüero: El diario de Agustín). Hoy en día sucede lo mismo; muchos multimedios han perdido objetividad y las noticias que socializan no son imparciales, responden a los intereses económicos e ideológicos foráneos o de la oligarquía. En consecuencia hay que tener en claro muchas cosas, y para eso está la historia misma, los hechos mismos, para no ceder al continuo acto de desmemoria que se profesa desde los antagonistas del modelo, desde la oposición política.

Rubricamos la entrega de compañeros como Rodolfo Daniel Elías, levantamos su nombre como lo hacemos con las banderas históricas del peronismo, convencidos de cual es nuestra causa: la causa del pueblo y tal cual nos lo pidiera nuestra conductora Evita. Por lo tanto vamos a debatir con todos aquellos que se opongan a la revisión de la historia, aquellos que por cuestiones sectoriales niegan la filiación política de los muertos y desaparecidos, sometiéndolos, en dicho caso, a una segunda desaparición forzada.

El compromiso del Gobierno Nacional es continuar con la Defensa de los Derechos Humanos, con que se haga Justicia y se cumpla la Ley contra quienes aprovechando las circunstancias y las proyecciones del imperialismo norteamericano se convirtieron en sombríos jueces de la vida de miles de militantes que deseaban construir un país para todos: libre, independiente y soberano.




[1] La Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, firmada en 1994, lo considera como un delito de lesa humanidad imprescriptible y lo define del siguiente modo: Se considera desaparición forzada la privación de la libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales pertinentes.
[2] Literalmente, «Gulag» es un acrónimo para denominar a la Dirección General de Campos de Trabajo, con el tiempo, y según explica la escritora Anne Applebaum en su libro Gulag: Una historia: la palabra Gulag ha venido a denominar además no sólo la administración de los campos de concentración sino también al sistema soviético de trabajos forzados en sí mismo, en todas sus formas y variedades: campos de trabajo, de castigo, de criminales y políticos, de mujeres, de niños o de tránsito. O incluso más, los prisioneros en alguna ocasión lo llamaron triturador de carne: las detenciones, los interrogatorios, el transporte en vehículos de ganado, el trabajo forzoso, la destrucción de familias, los años perdidos en el exilio, las muertes prematuras e innecesarias.

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