martes, 24 de julio de 2007

Nadie escapa a su destino; Evita nos sigue conduciendo

Este jueves 26 de julio se conmemoran 55 años del fallecimiento de Eva Duarte de Perón, "La Abanderada de los Humildes", o simplemente Evita, como la llamaba su pueblo. Cada mujer y hombre peronista, cada uno de los “cumpas” que se precie como tal sentirá en esa fecha la tristeza inexpugnable de su ausencia, de su voz y su arenga, porque esa valiente mujer se animó no sólo a decirle a la oligarquía cipaya lo que muchos hombres no se atrevían, sino que los enfrentó realizando hechos que beneficiaban a su “pueblo”. Aquellos argentinos y argentinas que valoren lo que representó Evita en la historia nacional acompañarán en este día con respeto a cada uno de sus descamisados que, a pesar de los golpes que se le han asestado a la patria, siguen sosteniendo su alto nombre y lo llevan como bandera hacia la victoria.
El 27 de julio de 1952 a las 21.40 hs, por Radio del Estado y la Red Argentina de Radiodifusión, los argentinos escuchaban consternados el anuncio oficial de su fallecimiento, el día anterior, a las 20.25 hs.
Su larga, cruel enfermedad había hecho su primera crisis a fines de octubre del año anterior, luego de su histórico renunciamiento a la vicepresidencia de la Nación.
El 1° de mayo de 1952, mostrando una delgada y frágil figura, envuelta por su enfermedad y su pasión, habló por última vez a una multitud desde los balcones de la Casa de Gobierno. En esa oportunidad fue cuando insinuó que si las circunstancias lo exigían, volvería a salir a las calles si es que alguien se atrevía a derrocar al entonces presidente Juan Perón, y prometía "no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista".
El discurso empezó, como siempre, dedicado a "Mis queridos descamisados". Su valentía, el profundo sentimiento de amor que sentía hacía su pueblo, le impedía hablar de sus males, pero se despedía:
  • "Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón; que en mis horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del alma..."

Aquel discurso fue su testamento político, su adiós. Su voz, quebrada por el conocimiento de su destino, ya no volvería a escucharse. Casi dos meses después, fallecía. Tenía tan sólo 33 años.

Evita fue una extraordinaria mujer, tuvo el poder y las riquezas, así como fue amada también la odiaron, los "vendepatria" no tuvieron consideración para con ella, hasta fallecida fue una molestia para esas aves de rapiña; les dolía en su propio ser que Evita haya decidido entregarse al pueblo, a su pueblo.

  • "Ahora si me preguntasen qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de mí: me gusta más mi nombre de pueblo. Cuando un pibe me nombra 'Evita' me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando un obrero me llama 'Evita' me siento con gusto 'compañera' de todos los hombres."

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