jueves, 27 de octubre de 2011

Néstor, el presidente militante


Movimiento Evita – La Pampa

Con la desintegración de la URSS y la caída del muro de Berlín el contrapeso del capitalismo se fue desvaneciendo. De inmediato el pensamiento único inició su contraofensiva para imponer el fin de las ideologías. Francis Fukuyama le puso letra al panfleto que determinaba que los metarrelatos ya no tenían razón de ser. Tampoco contaba para estos factores de poder hegemónico la dirigencia y la militancia que no conciliaban con el discurso de las políticas neoliberales, por lo tanto había que sojuzgarlos. Y esta fase no sólo pretendía dominar a los estados a través de la economía concentrada, sino que la estrategia se desplegó a todos los campos de acción y reflexión humana. Pero con el tiempo a todo dispositivo de poder le surge un contrapoder, y se empiezan a construir alternativas y opciones que enfrentan a los opresores de los pueblos. En ese sentido Latinoamérica, que había padecido el rigor de los genocidas de la dictadura y fue el terreno de experimentación de las recetas del FMI y el Banco Mundial, engendró sus anticuerpos, y especialmente nuestro país, después del fracaso de los gobiernos menemistas y de la Alianza.

Durante el proceso neoliberal la política fue alejándose de los ciudadanos; y cuando las mayorías no se sintieron representadas por la dirigencia tanto las organizaciones sociales como nuestros "indignados" ganaron la calle, iniciaron la resistencia, a pesar de la violencia de los aparatos represivos del Estado.
"Que se vayan todos" fue la consigna popular que emergió en diciembre de 2001, cuando 30 argentinos fueron masacrados por la policía. Ya la lista de asesinados en democracia indignaba, y más exasperaba el nivel de pobreza, desocupación y excluidos que había en el país.

Un hombre venido del profundo Sur supo interpretar la realidad, supo comprender las necesidades urgentes de muchos argentinos y argentinas. En su juramento como presidente de la Nación Néstor Kirchner había advertido que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada. Y cumplió, lo hizo a rajatablas, respaldado por las grandes mayorías, trocó esa popularidad tocando intereses y se granjeó el odio de los mismos de siempre, el odio de las familias "adueñadas del país". Así fue también con Perón, con Evita y con cada referente del campo popular. Los poderes fácticos ―y especialmente el monopolio del grupo Clarín―, lo convirtieron a Néstor en el nuevo monstruo que debían derrotar.

Ese hombre, que era como nosotros, pero con responsabilidades, como lo supo decir, al igual que nuestra reelecta presidenta Cristina, sabía que no podía ceder frente a la impunidad de los grupos de poder, sabía que tenía que modificar tanto la correlación de fuerza como la estructura económica y política del país para que el Proyecto Nacional y Popular se sostuviera en el tiempo, se consolidara y proyectara al futuro, para incluir a todos y todas las compatriotas.
Enumerar cada una de las medidas y decisiones que lo tuvieron como partícipe es refractar su compromiso y su voluntad para transformar la Argentina.

Néstor reivindicó el sentido de la política, la colocó otra vez en el centro de la escena, en el lugar que nunca debió abandonar. Y con sus actos refrendó que la legitimidad se logra en las urnas, y que a los representantes del pueblo los sustenta el voto popular. Néstor impuso, a través de su práctica, que la política es la que decide los destinos del país.

Néstor fue vilipendiado por los multimedios que tienen inversiones económicas, empresariales y, además, las manos manchadas de sangre con los negocios que hicieron junto a los dictadores. A pesar de todo Néstor no cedió un tranco en sus objetivos, es más, no sólo se destacó por la decisión de situar a la política sobre todo interés sectorial, convirtiéndola en la herramienta de transformación del país, sino que su concepción estratégica incorporó en la agenda el fortalecimiento de políticas conjuntas con los países latinoamericanos. Aquellas relaciones que habían sido proyectadas por nuestros próceres y reflotadas por Perón bajo la concepción de la Patria Grande, de unidos o dominados.

Néstor, como todo líder, entregó hasta su último aliento para que el proyecto que encarnaba no sucumbiera, para que no fuera vencido por las fuerzas antipopulares, por los viejos adversarios sectarios del pueblo. Néstor le devolvió con su ejemplo la dignidad a una Argentina devastada por el neoliberalismo. Néstor le insufló a la política su personalidad de lucha, porque ese es el lugar donde se dirimen los intereses de la Patria. Néstor sabía que la única forma de zanjar las abismales diferencias económicas en nuestro pueblo era a través de una nueva redistribución de la riqueza. Y ante eso se opusieron los privilegiados con apellidos patricios.

Néstor nos dio una razón para continuar reconstruyendo el país, como también nos las dieron San Martín, Bolívar, Artigas, Perón, Evita, la resistencia peronista, los desaparecidos. Néstor nos habla junto a Cristina, y sabemos que la política no es neutral, nuestra presidenta lo ha dicho claramente: "no soy neutral". Néstor nos recordó que todo pueblo debe defender sus ideales, debe dar lo mejor de sí para que se realice cada hombre, para que la idea de Patria sea una premisa que nos enorgullezca. Néstor dejó jirones de su vida en cada militante, en cada fábrica, en cada discurso, como nuestra compañera Evita. Néstor, el presidente militante, nos reconcilió con nosotros mismos, nos hermanó, nos devolvió la ideología, y la militancia recuperó la alta premisa: soberanía política, independencia económica y justicia social. Por eso Néstor está con cada uno de nosotros, está en la historia y debemos llevarlo, tal cual lo hicimos con Cristina el pasado 23 de octubre, como bandera a la victoria.

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