(SDM) El domingo próximo habrá elecciones legislativas —con la participación y también la anomia de la ciudadanía— donde se dirimirá un poco la suerte y la orientación que tendrá tanto el país como el proyecto de integración de Latinoamérica y, específicamente, la continuidad del Foro de Sao Paulo y de la Unasur.
En ese sentido quisiera contrastar en esta nota las múltiples posibilidades de lectura de lo real, es decir, de lo que acontece y deviene en cada una de nuestras realidades: en el barrio, en el trabajo, en las ocupaciones cotidianas de sobrevivencia; pero que la concentración de los medios en pocas manos condensa en un relato unidimensional, fragmentado, que confunde a propósito los sentidos y las identidades, contaminando, además, al mensaje de una violencia semiótica inusitada.
Usted puede pensar que con desenchufar la tele o la radio, no leer los diarios o chequear los mails, se pone a salvo de tal manipulación, la misma Hebe de Bonafini nos aconsejó apagar esa TV; pero es imposible aislarse de dicho mal ruido, porque somos sujetos sociales, intervenimos, con sus contradicciones y conflictos, en un diálogo…
Toda narración tiene un hacedor, alguien que mueve los hilos, así como también la puesta en escena genera a sus consecuentes seguidores; el montaje de los noticieros-espectáculos articula una realidad entre muchas, es el acto con la que se topan los ciudadanos-consumidores, y estos tipos de programas se potencian acorde a las políticas de consumo que imponen tales corporaciones a través de la seriada y repetitiva publicidad. Por lo tanto, ante esta red que trabaja en conjunto, y sin detenerse desde la mañana a la noche, organizando las noticias y saturando todos los soportes posibles, habrá de llegar el momento en que se dude de su verosimilitud o, lo contrario, se asuma como cierta por más que sea un rumor o una falaz mentira (como la que publicó el Grupo Clarín con el adelantamiento de las elecciones presidenciales de 2011).
En ese espacio se da, se está dando, la disputa simbólica entre los actores afines a la política, de la que también participan los periodistas, y lo hacen en una toma de posición bastante contraria a la que tuvieran los torturados, asesinados o detenidos-desaparecidos como Miguel Ángel Bustos, Rodolfo Ortega Peña, Alicia Eguren de Cooke, Gleyzer, Elías, Edith Molteni, Oesterheld, Haroldo Conti, o Rodolfo Walsh, entre muchas y muchos más (112 periodistas); porque cuadros políticos como ellos no se hubiesen subordinado a los monopolios mediáticos ni al capitalismo salvaje que los “opinólogos mediocres” de hoy defienden a rajatabla.
Insertos en la “sociedad líquida”, vemos como funciona la maquinaria acultural que han construido los medios, que es, en definitiva, el de salvaguardar sus propios intereses; por lo tanto con ese objetivo estarían condicionando el acceso a la información, y una operación común es distorsionar y tergiversar lo que realmente debería comunicarse. Por eso se oponen indefectiblemente al tratamiento de la propuesta del proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Eso es así, la evidencia y la historia lo demuestran, y por más que algunos quieran convencernos de que el periodismo es independiente, objetivo, incluso, que es neutral, si los dejamos andar un poco y leemos entrelíneas el recorte que hacen, nos daremos cuenta que tienen intereses creados, porque en todo discurso hay una ideología subyacente que responde a una cosmovisión del mundo, que no es partidaria, aunque podría serlo, pero eso ya insume un compromiso militante y la aceptación de un dogma; sino que esa ideología es ordenadora de nuestras ideas y preferencias teóricas en lo social, lo cultural y lo político.
Aquel que se dedica al análisis de los medios, lo señalo en una perspectiva amplia, podría observar que continúa sobrevolando el mismo fantasma que se pusiera en evidencia durante la década del ‘90, lo que se llamó “farandulización” de la política.
La farándula que se ha incorporado al debate político se rige con los tópicos de la farándula del espectáculo, lo traslada y lo aplica al terreno político, por lo tanto no se discute política, no se contraponen proyectos políticos, no hay ni existe una confrontación de pensamientos, lo que devendría en una dialéctica (tesis, antítesis, síntesis) que justificara a nuestro bloque histórico, pero ha calado muy hondo en las corporaciones mediáticas y, en consecuencia, en sus intelectuales orgánicos, el refrito posmoderno: fin de la historia, fin de las ideologías, no combat; o peor todavía, se conventillea y se delata desde el anonimato, porque ni siquiera se tiene las pelotas para defender una toma de posición cara a cara; y de esa cobardía virtual también son responsables los que administran tales sitios.
Pero entrémosle más al hueso a lo que venimos examinando; como consecuencia de la puesta en escena del “espectáculo político” en los medios masivos de difusión, se genera la “farandulización” de la política, donde los políticos “profesionales” son desplazados por modelos, deportistas, misses, gente “representativa de la sociedad” que puede llevar adelante el espectáculo político con el fin de entretener. No se niega el derecho ni la motivación, ni la capacidad que personas de todos los ámbitos de la vida pueden tener para participar en el campo político: la política es, y debe ser, el campo más abierto y pluralista que pueda existir. Sin embargo concurren ciertas condiciones, requisitos y reglas no formales (cultura política) que deben ser observados para transitar en la arena política y responder a la meta trascendente de la actividad política.
La farandulización del discurso político, oculta la ausencia de un pensamiento político sólido, por eso sucede lo que sucede… las bravuconadas de Alfredo de Angeli o Hugo Biolcati, por ejemplo.
Anthony Giddens, acuñó con mucha razón la expresión “secuestro de la experiencia”, considero que se puede ir más lejos todavía y parafraseando a Giddens podríamos hablar de “secuestro de la conciencia”. Desde que comenzó el conflicto con el mal llamado “campo” sucedió eso, los monopolios informativos, en consonancia con las patronales de la gauchocracia, secuestraron la conciencia real de las cosas, forzando una identificación irreal del medio pelo argentino y la oligarquía a través de un machaqueo constante, de un relato que adulteraron a su conveniencia; así como es aceptable la crítica hacia el Gobierno por dibujar los índices del Indec. Pero hay una diferencia sustancial, es muy distinto estar parado del lado del Gobierno Nacional y Popular —con sus yerros y aciertos— que viene reconstruyendo desde 2003 a un país fundido, a un Estado desguazado, y que de a poco ha incorporado a muchos a la vida social y política, además de consolidar su pertenencia a la Patria Grande; a estar del otro lado, junto a la derecha liberal, a la alianza residual, a la restauración conservadora, compartiendo la mesa con los explotadores de la oligarquía y los asesinos de la dictadura que se ensañaron con distintas generaciones de argentinos y argentinas.
Y lo peor de todo, es que en silencio opera sobre lo real un periodismo burgués que se las da de independiente, rebelde y “progre”, pero que en definitiva pertenece, por acción y omisión, a la misma prosapia de los gorilas.
Esta es una mirada posible, después, que cada cual haga su juego…
En ese sentido quisiera contrastar en esta nota las múltiples posibilidades de lectura de lo real, es decir, de lo que acontece y deviene en cada una de nuestras realidades: en el barrio, en el trabajo, en las ocupaciones cotidianas de sobrevivencia; pero que la concentración de los medios en pocas manos condensa en un relato unidimensional, fragmentado, que confunde a propósito los sentidos y las identidades, contaminando, además, al mensaje de una violencia semiótica inusitada.
Usted puede pensar que con desenchufar la tele o la radio, no leer los diarios o chequear los mails, se pone a salvo de tal manipulación, la misma Hebe de Bonafini nos aconsejó apagar esa TV; pero es imposible aislarse de dicho mal ruido, porque somos sujetos sociales, intervenimos, con sus contradicciones y conflictos, en un diálogo…
Toda narración tiene un hacedor, alguien que mueve los hilos, así como también la puesta en escena genera a sus consecuentes seguidores; el montaje de los noticieros-espectáculos articula una realidad entre muchas, es el acto con la que se topan los ciudadanos-consumidores, y estos tipos de programas se potencian acorde a las políticas de consumo que imponen tales corporaciones a través de la seriada y repetitiva publicidad. Por lo tanto, ante esta red que trabaja en conjunto, y sin detenerse desde la mañana a la noche, organizando las noticias y saturando todos los soportes posibles, habrá de llegar el momento en que se dude de su verosimilitud o, lo contrario, se asuma como cierta por más que sea un rumor o una falaz mentira (como la que publicó el Grupo Clarín con el adelantamiento de las elecciones presidenciales de 2011).
En ese espacio se da, se está dando, la disputa simbólica entre los actores afines a la política, de la que también participan los periodistas, y lo hacen en una toma de posición bastante contraria a la que tuvieran los torturados, asesinados o detenidos-desaparecidos como Miguel Ángel Bustos, Rodolfo Ortega Peña, Alicia Eguren de Cooke, Gleyzer, Elías, Edith Molteni, Oesterheld, Haroldo Conti, o Rodolfo Walsh, entre muchas y muchos más (112 periodistas); porque cuadros políticos como ellos no se hubiesen subordinado a los monopolios mediáticos ni al capitalismo salvaje que los “opinólogos mediocres” de hoy defienden a rajatabla.
Insertos en la “sociedad líquida”, vemos como funciona la maquinaria acultural que han construido los medios, que es, en definitiva, el de salvaguardar sus propios intereses; por lo tanto con ese objetivo estarían condicionando el acceso a la información, y una operación común es distorsionar y tergiversar lo que realmente debería comunicarse. Por eso se oponen indefectiblemente al tratamiento de la propuesta del proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Eso es así, la evidencia y la historia lo demuestran, y por más que algunos quieran convencernos de que el periodismo es independiente, objetivo, incluso, que es neutral, si los dejamos andar un poco y leemos entrelíneas el recorte que hacen, nos daremos cuenta que tienen intereses creados, porque en todo discurso hay una ideología subyacente que responde a una cosmovisión del mundo, que no es partidaria, aunque podría serlo, pero eso ya insume un compromiso militante y la aceptación de un dogma; sino que esa ideología es ordenadora de nuestras ideas y preferencias teóricas en lo social, lo cultural y lo político.
Aquel que se dedica al análisis de los medios, lo señalo en una perspectiva amplia, podría observar que continúa sobrevolando el mismo fantasma que se pusiera en evidencia durante la década del ‘90, lo que se llamó “farandulización” de la política.
La farándula que se ha incorporado al debate político se rige con los tópicos de la farándula del espectáculo, lo traslada y lo aplica al terreno político, por lo tanto no se discute política, no se contraponen proyectos políticos, no hay ni existe una confrontación de pensamientos, lo que devendría en una dialéctica (tesis, antítesis, síntesis) que justificara a nuestro bloque histórico, pero ha calado muy hondo en las corporaciones mediáticas y, en consecuencia, en sus intelectuales orgánicos, el refrito posmoderno: fin de la historia, fin de las ideologías, no combat; o peor todavía, se conventillea y se delata desde el anonimato, porque ni siquiera se tiene las pelotas para defender una toma de posición cara a cara; y de esa cobardía virtual también son responsables los que administran tales sitios.
Pero entrémosle más al hueso a lo que venimos examinando; como consecuencia de la puesta en escena del “espectáculo político” en los medios masivos de difusión, se genera la “farandulización” de la política, donde los políticos “profesionales” son desplazados por modelos, deportistas, misses, gente “representativa de la sociedad” que puede llevar adelante el espectáculo político con el fin de entretener. No se niega el derecho ni la motivación, ni la capacidad que personas de todos los ámbitos de la vida pueden tener para participar en el campo político: la política es, y debe ser, el campo más abierto y pluralista que pueda existir. Sin embargo concurren ciertas condiciones, requisitos y reglas no formales (cultura política) que deben ser observados para transitar en la arena política y responder a la meta trascendente de la actividad política.
La farandulización del discurso político, oculta la ausencia de un pensamiento político sólido, por eso sucede lo que sucede… las bravuconadas de Alfredo de Angeli o Hugo Biolcati, por ejemplo.
Anthony Giddens, acuñó con mucha razón la expresión “secuestro de la experiencia”, considero que se puede ir más lejos todavía y parafraseando a Giddens podríamos hablar de “secuestro de la conciencia”. Desde que comenzó el conflicto con el mal llamado “campo” sucedió eso, los monopolios informativos, en consonancia con las patronales de la gauchocracia, secuestraron la conciencia real de las cosas, forzando una identificación irreal del medio pelo argentino y la oligarquía a través de un machaqueo constante, de un relato que adulteraron a su conveniencia; así como es aceptable la crítica hacia el Gobierno por dibujar los índices del Indec. Pero hay una diferencia sustancial, es muy distinto estar parado del lado del Gobierno Nacional y Popular —con sus yerros y aciertos— que viene reconstruyendo desde 2003 a un país fundido, a un Estado desguazado, y que de a poco ha incorporado a muchos a la vida social y política, además de consolidar su pertenencia a la Patria Grande; a estar del otro lado, junto a la derecha liberal, a la alianza residual, a la restauración conservadora, compartiendo la mesa con los explotadores de la oligarquía y los asesinos de la dictadura que se ensañaron con distintas generaciones de argentinos y argentinas.
Y lo peor de todo, es que en silencio opera sobre lo real un periodismo burgués que se las da de independiente, rebelde y “progre”, pero que en definitiva pertenece, por acción y omisión, a la misma prosapia de los gorilas.
Esta es una mirada posible, después, que cada cual haga su juego…
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