viernes, 14 de enero de 2011

Poder corporativo vs Poder estatal


El "clarinete" ya no está nervioso, está odioso. La andanada de improperios contra Aníbal Fernández, insinuándole disminución de poder ante los cambios que propugnó la presidenta, como la de Juan Manuel Abal Medina, es otro manotazo de ahogado para esmerilar el proceso político que beneficia a las mayorías del pueblo argentino.

Ricardo Roa editorializa "de campeón a canillita", tratando de ofender al jefe de Gabinete, pero se equivoca en el encuadre porque analiza desde la perspectiva neoliberal el usfructo del poder, es decir, el objetivo primordial es el beneficio propio o de la empresa que sólo pretende ganancias y resguardar sus intereses sectoriales.

Un cuadro político también quiere ejercer el poder, y no es una perogrullada, pero la diferencia reside, por lo menos en lo que respecta al Proyecto Nacional y Popular, en que se trabaja para un colectivo y se tiene bien en claro que el lugar que se ocupa es el lugar en que se sirve y se aporta para la causa.

Max Weber decía que el hombre que hace política quiere tener poder; y es real, está en el plano de acción y concepción de la lucha política. En ese caso la dirección del Estado dependerá de la fuerza partidaria y orientación ideológica de quién "hace política" desde el poder; y más todavía en la coyuntura argentina, donde la política había sido superado por los acontecimientos hasta el grado de que los ciudadanos exigían "que se vayan todos".

Pero todo esto cambió a partir del 25 de mayo de 2003, porque Néstor Kirchner reivindicó a la política como herramienta de transformación, la volvió a ubicar en el centro de la historia, al recuperar el mando y la capacidad de toma de decisión sobre los grupos de la economía concentrada. Y para que esto fuera así tuvo que decidir si era un espectador que aceptaba las órdenes de los poderes en las sombras o agarraba el toro por las astas y demostraba que tenía voluntad de poder. Y la única oportunidad para doblegar a quienes señalaban el rumbo del país para que no se modificara el statu quo era tener convicciones y un programa de gobierno que acojiera a las mayorías y le devolviera la dignidad. Y así fue.

Por eso se demoniza a los dirigentes que no se amoldan a estas directivas empresariales; y en eso Néstor fue un líder carismático que ahora sobrevuela en la política latinoamericana como un espectro, fustigando con su lección a los opositores y conduciendo con su ejemplo y el compromiso asumido en defensa de la Patria.

La templanza y formación heredada por Cristina Fernández y los cuadros emergentes deben guiar, con cada uno de los militantes a la par, a la victoria. Por eso la tarea iniciada por Néstor hay que consolidarla, hay que sobreponer al poder de las corporaciones el poder del Estado. La política debe ser la conductora del destino argentino.

No hay comentarios: