por Marcelo Fernánez Portillo
Correría el año 93 o 94, pleno "menemato". Yo políticamente estaba quebrado, me había apartado de todo. Me dediqué a mi trabajo en una consultora, ganaba bien, acudía a los lugares de moda, etc. Me había apartado incluso de muchos amigos.
Por entonces, me llega la invitación al casamiento de un entrañable amigo mío, de la colectividad islámica. Me alegró mucho y aguardé la fecha. Ese día, me empilché muy bien y asistí. La ceremonia religiosa era en el Centro Islámico de la Av. San Juan y la fiesta posterior en un "conocido hotel de la zona de Retiro", como suelen rezar las crónicas. Ahora bien, debo reconocer que lo que más me motivaba del casorio era volver a ver a una prima de mi amigo, con la que había noviado muchos años atrás, que era un bombón y a la que no había vuelto a ver más.
Así llegué al Centro Islámico, que ya se encontraba lleno de invitados, y empecé a "cogotear" en busca de la primita. Y sí… logré divisarla, y efectivamente estaba hecha una mujer hermosa, pero la frialdad de su mirada me congeló. Me dije "esperemos el transcurso de la noche…". Continué caminado entre los asistentes en busca de gente conocida, cuando de repente veo un rostro particular, giro la cabeza y vuelvo a mirar a la par que pensé: "es él", inconfundiblemente.
"Es él, es Cacho El Kadri". No puedo describir la sensación que me embargó, de repente volví a mis años de militancia en los ’80, entre el peronismo y la izquierda nacional. En el 90, como integrantes del CEDEA (un centro de estudios ligado al FIP) habíamos roto con Menem y yo me había apartado de la militancia, descreído de todo. Entonces, lo ví a él. No me pude acercar ya que estaba junto a su padre a punto de oficiar en la ceremonia que iba a unir en matrimonio a mi amigo con su esposa. Disculpen mi ignorancia, pero para describir la escena diré que el papá de Cacho hacía las veces del equivalente al sacerdote y Cacho como su ayudante. Fue muy emocionante, porque además la novia de mi amigo (una gallega divina) en ese momento se estaba convirtiendo al Islam (Dios sea alabado), y además Cacho, nada más ni nada menos que mi querido y admirado Cacho El Kadri, era protagonista de todo esto.
Luego del casamiento nos dirigimos al citado hotel y todos fuimos partícipes de una bellísima fiesta. Aún recuerdo la mesa especial de manjares de la cocina árabe que nos recibía antes de ingresar a los salones con el servicio tradicional (manjares no comprados, sino cocinados por la familia).
Allí sí tuve la enorme alegría de conversar con Cacho, decirle lo que lo admiraba, que yo había sido su "alumno" en aquellos cursos de historia en la UB "Padre Mujica" de Caballito, y pude pedirle que me contara de su propia voz aquella conocida anécdota con el General en Madrid (cuando lo hizo enojar ¡!).
Por supuesto, de la primita me olvidé por completo, quedó allí, junto a su mirada gélida y rencorosa. Yo feliz de haberme reencontrado azarosamente (¿azarosamente?) con aquel rostro barbado y sus anteojos.
Fue la última vez que lo ví, mi recorrido por los '90 igualmente no fue fácil, pero le adjudico a aquella noche y a aquella presencia mágica, el haberme rescatado de la frivolidad y haberme devuelto al lugar de la lucha. Acá estoy, muchos años después de aquel acontecimiento, en La Pampa trabajando por una Patria libre, justa y soberana. Como Envar, nuestro querido Cacho.
Correría el año 93 o 94, pleno "menemato". Yo políticamente estaba quebrado, me había apartado de todo. Me dediqué a mi trabajo en una consultora, ganaba bien, acudía a los lugares de moda, etc. Me había apartado incluso de muchos amigos.
Por entonces, me llega la invitación al casamiento de un entrañable amigo mío, de la colectividad islámica. Me alegró mucho y aguardé la fecha. Ese día, me empilché muy bien y asistí. La ceremonia religiosa era en el Centro Islámico de la Av. San Juan y la fiesta posterior en un "conocido hotel de la zona de Retiro", como suelen rezar las crónicas. Ahora bien, debo reconocer que lo que más me motivaba del casorio era volver a ver a una prima de mi amigo, con la que había noviado muchos años atrás, que era un bombón y a la que no había vuelto a ver más.
Así llegué al Centro Islámico, que ya se encontraba lleno de invitados, y empecé a "cogotear" en busca de la primita. Y sí… logré divisarla, y efectivamente estaba hecha una mujer hermosa, pero la frialdad de su mirada me congeló. Me dije "esperemos el transcurso de la noche…". Continué caminado entre los asistentes en busca de gente conocida, cuando de repente veo un rostro particular, giro la cabeza y vuelvo a mirar a la par que pensé: "es él", inconfundiblemente.
"Es él, es Cacho El Kadri". No puedo describir la sensación que me embargó, de repente volví a mis años de militancia en los ’80, entre el peronismo y la izquierda nacional. En el 90, como integrantes del CEDEA (un centro de estudios ligado al FIP) habíamos roto con Menem y yo me había apartado de la militancia, descreído de todo. Entonces, lo ví a él. No me pude acercar ya que estaba junto a su padre a punto de oficiar en la ceremonia que iba a unir en matrimonio a mi amigo con su esposa. Disculpen mi ignorancia, pero para describir la escena diré que el papá de Cacho hacía las veces del equivalente al sacerdote y Cacho como su ayudante. Fue muy emocionante, porque además la novia de mi amigo (una gallega divina) en ese momento se estaba convirtiendo al Islam (Dios sea alabado), y además Cacho, nada más ni nada menos que mi querido y admirado Cacho El Kadri, era protagonista de todo esto.
Luego del casamiento nos dirigimos al citado hotel y todos fuimos partícipes de una bellísima fiesta. Aún recuerdo la mesa especial de manjares de la cocina árabe que nos recibía antes de ingresar a los salones con el servicio tradicional (manjares no comprados, sino cocinados por la familia).
Allí sí tuve la enorme alegría de conversar con Cacho, decirle lo que lo admiraba, que yo había sido su "alumno" en aquellos cursos de historia en la UB "Padre Mujica" de Caballito, y pude pedirle que me contara de su propia voz aquella conocida anécdota con el General en Madrid (cuando lo hizo enojar ¡!).
Por supuesto, de la primita me olvidé por completo, quedó allí, junto a su mirada gélida y rencorosa. Yo feliz de haberme reencontrado azarosamente (¿azarosamente?) con aquel rostro barbado y sus anteojos.
Fue la última vez que lo ví, mi recorrido por los '90 igualmente no fue fácil, pero le adjudico a aquella noche y a aquella presencia mágica, el haberme rescatado de la frivolidad y haberme devuelto al lugar de la lucha. Acá estoy, muchos años después de aquel acontecimiento, en La Pampa trabajando por una Patria libre, justa y soberana. Como Envar, nuestro querido Cacho.
2 comentarios:
Qué buena historia. El Kadri es sin dudas uno de los referentes más entrañables y coherentes que tuvimos. Su memoria es la memoria de la lucha, una invitación a nunca claudicar.
Hoy los métodos son otros, aprendimos mucho de lo que les pasó a otros cumpas, pero el ejemplo de Cacho, peleando contra todo y siendo punta de lanza en Taco Ralo, ese mensaje de voluntad y entrega, de ir a poner el pecho siendo tan jovencito, con todo el cagazo pero todo el coraje, es inolvidable.
Que relato.
Que cuadraso Cacho El Kadri.
Ahce unos meses fuí a una cena de la Agrupación Oesterheld en Bs As y estaba la madre quien dio unas palabras a todos los muchos que estábamos ahí.
Ayer en la Plaza hab´+ia una columna bastante grande de compañeros de la Agrupación Envar Cacho El kadri.
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