Palabras esbozadas por
el concejal del Bloque PJ Dr. Juan Mecca en la sesión del Honorable Concejo Deliberante de
Santa Rosa en vísperas de la fecha patria del 25 de mayo.
Cada vez que
se cita a la historia se la está resignificando. Cada lectura actualiza los
procesos del pasado y tiene incidencias en el presente. En el campo político
sucede lo mismo, toda reposición de un hecho se carga de ideología, cobra
sentido acorde a la toma de posición que se profesa. Por eso pensar y hablar de
la Revolución de Mayo implica un ejercicio de interpretación en donde deberían
considerarse todas las posibilidades, todas las fuentes y, por sobre todo, la
influencia que esto acarrea sobre la actualidad. Pasar el cepillo a contrapelo
de la historia no sólo es deber del historiador, sino de todo intelectual, de
todo dirigente.
Para comprender
la atmósfera sociopolítica en el Río de la Plata en mayo de 1810 y los
acontecimientos que contribuyeron a la revolución, es necesario situarse dentro
del contexto de la época, tanto a nivel internacional como nacional, ya que no
fueron hechos aislados los que llevan a los patriotas criollos a iniciar la
etapa independentista, sino que coexisten varias razones que venían forjándose
y evolucionando a través del tiempo. No debemos olvidar que hacía muy poco se
habían impedido dos invasiones inglesas, gracias al arrojo del ejército como de
los vecinos.
A comienzos del siglo XIX una serie de factores (externos e
internos), ponen en evidencia la crisis que padece el imperio Hispano. Este
cuadro de situación impulsa a América a iniciar el proceso revolucionario,
entendido como un proceso de cambios profundos y generalmente violentos, que
provocan la desaparición de un sistema de organización política, social,
económica y cultural, dando lugar al surgimiento de nuevas instituciones y
formas de vida.
La revolución de
mayo se suma a las que caracterizaron al mundo contemporáneo, que culmina con
la desintegración del Virreinato, la declaración de la independencia política y
traza las bases para la organización del Estado argentino.
Nombrar a
Saavedra, Castelli, Belgrano, Paso, Azcuénaga, Moreno, Matheu y tantos otros,
no sólo conlleva reconocer su participación y compromiso en la gesta de Mayo de
1810, sino también las virtudes y las consecuencias que propende toda
revolución, incluso la tendencia o dirección que logra imponerse. Cuando
hablamos de esos otros debemos darle
entidad, pues el Cabildo Abierto pudo realizarse por el apoyo y la movilización
popular, por la presencia del pueblo en la calle.
Hoy la historia
nos sitúa en un lugar en que la dirigencia debe tomar decisiones políticas que
tendrán ascendencia no sólo sobre las instituciones, sino también en las
relaciones con el viejo continente, con los imperios aún vigentes, y con los
organismos de las recetas neoliberales. Esta conducta de defensa de la
soberanía política y económica se ha visto refractada en el caso de YPF con
fuerza de ley, siendo respaldada por un amplio espectro de representaciones
políticas en el Congreso de la Nación, tal cual lo destacara y reconociera la
presidenta de todos los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner. Tampoco
podemos obviar el impresionante apoyo popular que despertó la medida ―el 80% de
los argentinos ha reivindicado la expropiación de YPF―, así como el
acompañamiento de los pueblos hermanos de Latinoamérica, Centroamérica, el G77
más China, entre otros.
En ese
sentido, las palabras referidas por Mariano Moreno hace poco más de dos siglos
cobran inusitada vigencia:
“Los pueblos
deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no
deben fiar más que de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a
trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse.
Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos
las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos
reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no
incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en
cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y
coloridos abalorios.”[1]
Es
fundamental comprender este punto de inflexión, porque en definitiva enmarca la
coyuntura que comprende la acción política, la acción social y económica en
este tiempo histórico que nos toca vivir, militar y dirigir. Sin embargo,
defender la industria nacional frente a las importaciones no es una negación de
los aportes foráneos, al contrario, implica potenciar la producción local y a
su vez generar un círculo virtuoso en la economía doméstica, porque, sin duda,
aumenta el consumo interno y eso garantiza inversiones, empleos, lo que nos
otorga autonomía y autoabastecimiento; además, nos protege contra la
especulación financiera y la depredación de ciertas multinacionales.
Este proyecto
de país que estamos construyendo se retroalimenta en las ideas de aquellos
patriotas argentinos, cada uno de esos hombres íntegros y probos ocupa un lugar
especial en la memoria popular, en las páginas de nuestros libros, porque nos
dejaron la herencia insoslayable de la lucha y de los sueños por una gran
Nación argentina; por eso los consideramos los fundadores y hacedores de los
cimientos con los cuales se sustenta la Argentina de hoy.
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