Por Sergio De Matteo
Más
allá de datos puntuales y esenciales, esta no será una charla estrictamente biográfica,
aunque vamos a tomar como punto de partida la militancia y posterior
desaparición del compañero Felipe Vallese. También examinaremos la refracción
que tuvo a lo largo de estos cincuenta años su ejemplo como referente gremial y
su compromiso político, su compromiso partidario, y por último, focalizaremos
como ha sido abordado y homenajeado desde la investigación, el campo del arte y
el sindicalismo en diferentes épocas.
Que
nosotros hablemos de Felipe Vallese implica varias cosas pero, principalmente,
deberíamos destacar el ejercicio de la memoria ―y a ese aprendizaje se lo
debemos a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a los organismos de Derechos
Humanos que no han cejado nunca en sus peticiones al Estado y a la Justicia―;
en consecuencia surge la reivindicación y el reconocimiento del compromiso y de
la lucha del compañero Vallese. Por eso Felipe Vallese continúa siendo ese
grito que estremece, ese grito que se empodera de cada uno de nosotros ―y en
cada uno de nosotros― para reclamar al "sistema", tal cual lo señalaban los
compañeros Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde en un libro señero
editado por la UOM en 1965: Felipe
Vallese: Proceso al sistema.
Recordemos
que el compañero Felipe Vallese fue delegado sindical de la fábrica TEA ―enrolado
en el gremio de la UOM―, también hay que destacar su participación en la Resistencia
Peronista y en la fundación de la JP ―en los años '57 y '58 los compañeros se
juntaban en la esquina de Corrientes y Esmeralda para manifestarse, y eso dará
basamento para que surja la JP, pues en abril de 1959, representantes de diversas agrupaciones juveniles
peronistas realizan una asamblea general en el Sindicato de Empleados de
Farmacia, cedido por Jorge Di Pascuale; participaron, entre otros, Gustavo
Rearte, Héctor Spina, Tito Bevilacqua, Tuli Ferrari, Jorge Rulli, Envar El Kadri y Felipe Vallese―. Con estos datos, a sabiendas de que los militares se
habían hecho del poder otra vez con el gobierno títere de José María Guido ―ya
veníamos del bombardeo a Plaza de Mayo, del golpe del '55 (con la instauración
de la Revolución Libertadora liderada por Lonardi primero, y luego Aramburu y
Rojas), del exilio de Perón, de los políticos opositores acólitos al golpe (Luis
Pandra, del Partido Socialista, escribió el 11 de noviembre de 1955 en el
diario La Época: "Vamos a hacer la Revolución Libertadora desde el
gobierno, con el gobierno, sin el gobierno o contra el gobierno"), de los fusilamientos del '56, del decreto-ley 4161 (con la proscripción del peronismo y todos sus
símbolos), de la desaparición del cuerpo de Evita, del Plan Conintes (Conmoción
Interna del Estado) que Arturo Frondizi puso en ejecución el 13 de marzo
de 1960 ―en 1962, sobre casi tres mil detenidos, había sólo una docena de
estudiantes universitarios, la mayoría eran trabajadores―, es posible percibir
que sobraban los motivos para que fueran perseguidos los compañeros, entre los
que se encontraba Felipe Vallese, ya que enfrentaban a la oligarquía, a los
dictadores (los llamados "gorilas"), y se organizaban, saboteaban, ponían "caños",
convocaban paros, publicaban sus opiniones, militaban para reapropiarse de los
sindicatos y ganaban la calle con el objetivo de que Juan Domingo Perón, el
conductor del Movimiento, regresara al país y al poder.
Pensar
la historia, intervenir en la historia, hacer la historia, implica tener en
cuenta una serie de consideraciones, porque esa relectura que se realiza tiene
un sesgo ideológico, tiene una toma de posición determinada. Por lo tanto
cuando se pasa el cepillo a contrapelo ―como aconsejaba el pensador Walter
Benjamin― se está reinterpretando el pasado desde el presente, lo que tendrá
consecuencias para ese tiempo-ahora, pues pondrá en un nuevo cuadro de
situación aquellos materiales pretéritos en y con el estado de emergencia
contemporáneo. Esos son los efectos ―o deberían ser los efectos― de la memoria,
el hecho que se desprende de la causa
(de una causa), entonces se historia, se hace real, pero se carga de sentido
(tanto simbólico como imaginario), por lo tanto habrá resignificación de lo
sucedido y resignificación del momento actual. Se trata, en consecuencia, de un
doble movimiento, en donde se recupera la historicidad de lo que se recuerda ―reconociendo
el sentido que tuvo para los protagonistas― a la vez que se revisita el pasado
como algo cargado de sentido para el presente.
Entre la realidad y la
ficción
Felipe
Vallese había nacido el 14 de abril de 1940 en Flores, obrero metalúrgico y
dirigente de la Juventud Peronista (JP), fue secuestrado el 23 de agosto de
1962, durante el gobierno de José María Guido y luego desaparecido.
"Reconstruir la historia de un militante
desaparecido desde la 'normalidad de
una vida plena injustamente
truncada', desconoce precisamente lo que fue su intención: no ser un sujeto 'normal' […] sino un revolucionario, con una vida sacrificada, de renuncia de
la plenitud personal para obtener un fin superior y colectivo. Esto es lo que a
sus ojos resaltaría la injusticia de su asesinato".[1]
La injusticia del asesinato también fue
retratada en Operación Masacre. Un proceso que no ha sido clausurado
(1957)[2],
de Rodolfo Walsh, que es el título de la primera obra de "ficción periodística"
o novela testimonio, el relato novelado de un hecho real. La novela desnuda la
trama oculta de lo sucedido en los llamados "fusilamientos de José León
Suárez".
Con este
antecedente podríamos analizar la impronta del título "Como en Chicago" que el
diario El Mundo publica el 26 de
agosto de 1962:
"Rarísimo suceso en Flores Norte, que la policía dice
ignorar. Frente al 1776 de Canalejas, a las 23:30 del jueves, un hombre fue
secuestrado. Desde hacía varios días, había autos 'sospechosos' en las
inmediaciones. Una estanciera gris frente a aquel número; un Chevrolet verde en
Canalejas y Donato Álvarez. Y un Fiat 1100 color claro, en Trelles y Canalejas.
Dentro de ellos, varios hombres. Y otros, en las inmediaciones de los coches. A
la hora citada, el automóvil de Donato Álvarez hizo guiños con los focos,
señalando el avance del 'hombre'. Le respondieron, y todos convergieron sobre
él. Se le echaron encima y lo golpearon. Y pese a que se aferró con manos y
uñas al árbol que está frente al número señalado, lo llevaron a la estanciera
gris, que partió velozmente con las puertas abiertas. Los gritos de
desesperación del secuestrado, que habían comenzado con la agresión, poblaban
la noche y atrajeron a todos los vecinos, que, alarmados, dieron otro tono a la
cuadra. Todos corrieron. Algunos quisieron acercarse. Un hombre armado ―pistola
45 en la mano― los detuvo. 'Esto no es para ustedes. Píquenselas si no quieren
ligarla'. Y se tuvieron que ir, viendo, inermes, como en plena ciudad se
raptaba un hombre. Luego avisaron a la policía. Una hora después llegó un
oficial. Recogió información. Advirtió los rastros de sangre. No dijo nada.
Cuando ayer preguntamos en la 50 por el suceso, nos respondieron: 'Es la
primera noticia que tenemos'. Pero no era…".
En
esa nota podemos advertir dos figuras antitéticas, es decir, la noticia que
enuncia un hecho concreto y real, sucedido y registrado, el rapto de Felipe
Vallese, y la negación de la institución policial del secuestro, diluyendo de
esa forma la realidad, convirtiéndola en una trama ficcional, a su vez se
observa, también, la ignominia del poder a través de la amenaza, a través del
usufructo de las armas. En esa contradicción opera y fluctúa la ficción y la
realidad; quien detenta el poder arguye e impone su propio relato, articula en
su propio beneficio el monopolio de los aparatos represivos del Estado.
Se
puede hacer otra lectura, acorde al período, considerando la clandestinidad de
los órganos de difusión del peronismo. En los diarios y revistas de esos años
se destaca la dependencia colonialista de cierto periodismo y de muchos
intelectuales antiperonistas.
"Pertenezco a la generación de los únicos
privilegiados, la de quienes leíamos Mundo
Infantil antes que Billiken, para
descubrir después, gracias a quienes aprendieron con los Vigil, que eso era 'adoctrinamiento', y lo de ellos ¿qué?, con la diferencia que así nos
formábamos con una mentalidad nacional, 'flor de ceibo', mientras que la de
ellos era un adoctrinamiento hacia doctrinas de 'progreso y liberalismo' que le
abrían las puertas al imperialismo.
Cuando en el '55 dejamos atrás la niñez
privilegiada, esas lecturas fueron responsables de que nuestra adolescencia
tuviera olor a clorato de potasio y azufre, mientras que la de los adoctrinados
por Billiken podía disfrutar de
chicles-goma 'Bazooka' o los beneficios del nylon importado de USA…".[3]
En
el caso de la noticia se vislumbra esa influencia al contrastar un suceso local
con hechos que acaecían en Chicago (Estados Unidos); un lugar bastante alejado para
tomar como referencia, no sólo en distancia sino en idiosincrasia y en su
matriz sociocultural. Esto delata la construcción de un relato que pretendía ―siempre
ha pretendido― asemejar o relacionar a nuestro país con los imperios. No es
azarosa la elección comparativa, porque en esos tiempos se trataba de
reconciliar a nuestro país con el nuevo orden mundial, pues los gobiernos del
General Perón habían osado desafiarlo, aislándonos del mismo.
A
esta sumisión ideológica la denunció Arturo Jauretche, cuando nos advertía
sobre los intelectuales que estaban a favor de la pedagogía colonialista, que
repetían las fórmulas y conceptos dictados desde los centros de poder foráneos.
Juan José Hernández Arregui también recalcaba sobre la necesidad de la conformación de
una cultura nacional, o Rodolfo Kusch, al pensar una filosofía netamente
americana, resaltaba sobre el temor de ser nosotros mismos.
Es importante
destacar que esta estrategia que tiene claros objetivos cooptativos y disciplinadores
no es sólo impuesta por y desde la política, en este caso direccionada por
gobiernos de factos ―dictaduras militares asociadas a referentes civiles―, sino
que también participan las corporaciones de la economía concentrada (el sector
financiero, especialmente), la iglesia, referentes políticos opositores, como
la prensa y el campo cultural. Pilar
Calveiro sostiene que:
"El golpe de 1966 se realizó después de una
largo y cuidadoso período de preparación que incluyó un vasto programa de
acción psicológica desplegada a través de la prensa existente e incluso de
medios periodísticos creados especialmente para ese fin. Se proponía
transformar profundamente la sociedad argentina…"[4]
El compañero Dante Gullo resalta que:
"Junto a Vallese, fueron secuestrados su hermano mayor Ítalo,
Francisco R. Sánchez, Osvaldo Abdala, Elba R. de la Peña, Rosa Salas, Mercedes
Cerviño de Adaro […] Todos fueron sometidos a las consabidas torturas
mientras repiqueteaba la pregunta '¿Dónde está Rearte?'. Como la
emblemática pregunta '¿Dónde está Tanco?' de la Operación Masacre de 1956[5],
a Vallese lo
interrogaban por el militante de la Juventud Peronista Alberto Rearte".[6]
En
esta tensión entre realidad y ficción sería importante reponer una descripción
que hace el compañero Cacho El Kadri que es sorprendente, más todavía
considerando los sucesos trágicos que estamos relatando; porque configura, de
alguna manera, la visión del mundo (del "nosotros") que tenían los militantes
de las organizaciones populares:
"Y qué lindo fue tener hermanos como aquel
Tito Bevilacqua con el que vendíamos Palabra Argentina y luego nos metíamos en
los cines para silbar al almirante Tessaire cuando desde la pantalla denigraba
a Perón y al peronismo; o aquel otro, Felipe Vallese, 'Misterix' por su
impermeable blanco abotonado en doble hilera, parecido al del personaje de
historieta, con el que nos escapábamos juntos después de haber recuperado 'armas para el pueblo' y, sentados en el fondo del 406, decirnos mutuamente una
gran mentira: 'esto no es para mí, yo no me meto más en nada'; o aquel gigante
Gustavo Rearte que nos conducía con una sonrisa y se tiroteaba con la policía
defendiendo su libertad; o con Jorge Rulli refugiándose en Montevideo,
sobreviviendo junto con otros compañeros, gracias a las noches de póker con que
el 'Gordo' Cooke hacía una diferencia para ayudar a los 'muchachos'; o el bueno
de Dardo Cabo, distribuyendo gelinita a los compañeros de la Resistencia […] o
el Petitero, el Anguila, el del Poncho Colorado […] toda aquella barra de
Corrientes y Esmeralda, 'que juró lealtad al conductor/ luchará si fuera hasta
la muerte/ por la Patria y también Juan Perón'".[7]
Felipe Vallese y las
producciones culturales
En
Latinoamérica ―nuestra Patria Grande― aprendimos que la cultura, la educación y
el arte no pueden ni deben estar desligados de la acción política. Desde la
conquista europea del continente los pueblos originarios han defendido sus milenarias
culturas, y durante las luchas revolucionarias la cuestión de la tradición (política
y sociocultural) siempre estuvo en litigio, fue el eje de las confrontaciones
(unitarios y federales; civilización y barbarie); formó, en definitiva, parte
de la batalla cultural. Juan Soriano (referente del Vatayón Militante) y Diana Pinasco (Coordinadora
de Talleres Culturales de Vatayón Militante) refieren:
"Y porque creemos y sabemos que la cultura siempre es
política, hacemos política desde la cultura. Porque todo es política. Cada
decisión es política. Cada momento en el que interactuamos con otra persona en
cualquier estrato, es política y cuando dejamos de hacerlo, también estamos
haciendo política. Porque la política es decisión".[8]
Afiches, murales y dibujos
"Los
que conciben la actividad artística como algo más o menos desligado de otras
esferas sociales, como elaboración autosuficiente de formas 'puras',
incontaminadas y abstractas, están lejos de atribuir al arte un rol a cumplir
ante la concreta y brutal opresión de la clase trabajadora y su correlato, la
dependencia económica y política de su país. Es decir, frente al problema de la
liberación nacional y social".
Ricardo Carpani
Las
obras que se pueden citar en este punto son los dos afiches surgidos de la
pluma del artista plástico Ricardo Carpani (1963 y 1964); la ilustración de
Luis Trimano reproducida en el libro Al
Sur crece tu nombre (1974), de Edgar Morisoli; el mural "Felipe Vallese
presente carajo" pintado en el FOETRA en 1973, de Ricardo Longhini, que la
dictadura destruyó el mismo 24 de marzo de 1976; los dibujos de Carlos
Terribili que culminan en el mural emplazado en Plaza Irlanda el 16 de
diciembre de 2011; la pintura "Un grito que estremece, Vallese no aparece", del artista plástico Juan Harb, que conservó durante 48 años y
obsequió al Felipe Vallese (h).
La investigación como memoria
y verdad
"Sería inútil indignarse: protestar hoy en nombre de
la moral contra 'excesos' o 'abusos' es una aberración que se parece a la
complicidad. En ninguna parte hay abuso o exceso; lo que reina en todas partes
es un sistema".
"Un hombre es torturado; sucumbe, o lo rematan, o se
suicida; se escamotea su cadáver: no hay cadáver, por consiguiente no hay
crimen. A veces un padre, una esposa, pregunta; se le responde: desaparecido, y
el silencio vuelve a cerrarse".
Simone de Beauvoir
En
este caso habría que destacar la serie de notas ("39 días de terror", "SOS a
Vandor", "Buscado: Alberto Rearte", "Reconocen a los animales") que publicó el
periodista Pedro Leopoldo Barraza[9]
en las revistas 18 de Marzo y Compañero en el año 1963, que sirvieron
como documentación para el libro Felipe
Vallese. Proceso al sistema, de Rodolfo Ortega Peña[10]
y Eduardo Luis Duhalde, publicado por la UOM en 1965; este trabajo es reeditado
en 1973 por la editorial Sudamericana y en el año 2002 por la Editorial Punto
Crítico, con la incorporación del ensayo "A 40 años, la lectura del crimen", de
Eduardo Luis Duhalde. En la revista Militancia
Peronista para la Liberación, N° 10 (16 de agosto de 1973), dirigida por Rodolfo
Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, se publica el artículo "Felipe Vallese:
presencia militante"; entre las ilustraciones se destaca una placa de homenaje
por el 5° aniversario de su desaparición (lamentablemente arruinada).
Algunas
notas que deberíamos destacar: "¿Puede desaparecer una persona?", de Alejandro
Incháurregui, en el diario Página 12
(1 de junio de 2006); "Felipe Vallese", de Daniel Brión; "Felipe Vallese,
primer desaparecido político peronista", de Roberto Bardini; "Breve historia de
las masacres en la Argentina", en el capítulo V de La clase obrera y el pueblo no van al paraíso, sino luchan, de Juan
Carlos Cena.
Relacionado con el punto "Entre la realidad y la ficción",
donde resaltábamos la novela testimonio Operación Masacre. Un proceso que no
ha sido clausurado (1957), de Rodolfo Walsh, tendríamos que citar también
la novela de Irma Cairoli, Carne de perro,
editada por Plus Ultra en 1971; la novela Los
paso previos, de Francisco "Paco" Urondo, publicada por Sudamericana en
1972 y reeditada por Adriana Hidalgo Editora en 1999.
Poesía: la metáfora del
recuerdo
"Es en el arte donde las tradiciones
comunitarias o nacionales se expresan con más vigor".[11]
"La cultura pertenecerá al pueblo y el arte
será nacional con la revolución".[12]
Hernández Arregui
La
poesía evoca, pretende llenar el vacío, completar una ausencia. En esa
intención evocativa, rememorativa, se manifiesta a modo de elegía. Cuando la
poesía canta al hombre recupera aquel viejo rol que tenía en la tribu, cuando sus
integrantes se juntaban alrededor del fuego, se volvía comunitaria; por lo
tanto en esa advocación y práctica se recrea la tradición, se resguarda y
proyecta la memoria. El arte ligado a la historia de los pueblos es
resignificación de sus luchas, de sus hitos, y también, en esa relectura se
visibiliza lo que la historia oficial ―la consustanciada con el poder de las
clases dominantes― ha ocultado, los héroes o mártires que los vencedores
desprecian y, generalmente, la memoria popular enaltece.
En
este parágrafo reponemos el poema "Felipe Vallese", de Eugenia Elbein, del
libro Del amor y la esperanza
(Ediciones de Signo, Tucumán, 1966), reproducido en la antología Ocho poemas testimoniales (Ediciones de
Signo, 1969); y "La pregunta y el árbol", de Edgar Morisoli, escrito en 1962 y
publicado en el volumen Al sur crece tu
nombre (Stilcograf, Buenos Aires, 1974).
La memoria, su ejercicio,
quiebra el silencio y el olvido
"Nuestras
clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan
historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe
empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva
se pierde, las lecciones se olvidan.
La historia
aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las
cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo...".[13]
Rodolfo
Walsh
Estos
argumentos expuestos a modo de relato o discurso periodístico, histórico,
político, artístico y literario son, en definitiva, producciones culturales que
evidencian un estado de situación, patentizando, sobre todo, la realidad y la
cotidianeidad de Felipe Vallese. Sin embargo, no debería olvidarse que Vallese
era padre de familia, era trabajador y compañero. No era ni es un personaje de
papel, fue un hombre que respondía a los desafíos que le planteaba su tiempo,
asumió la exigencia de la hora. Aunque, como es sabido, después de su
secuestro, tortura y desaparición, se ha forjado la irrevocable simbolización
del "mártir obrero", y de esa manera se convierte en uno de los mitos más
importantes de los trabajadores y del peronismo. Pero a pesar del
reconocimiento en la historia y memoria popular, Felipe Vallese debe dolernos
cada vez que lo citamos, debe dolernos porque es una vida tronchada a los 22
años, debe dolernos por que fue un referente gremial y militante íntegro, debe
dolernos porque su cuerpo no aparece (como los 30.000 desaparecidos o Jorge Julio
López).
Desde
esa adversidad podríamos afirmar que en el compromiso y sacrificio militante
del compañero Felipe Vallese queda signado su nombre, su estatura, por lo tanto
ingresa a la inmortalidad (tal cual la compañera Evita). Pero el compañero
Vallese no sólo fue un sujeto histórico y político, un protagonista de la
época, sino que también se erige como ejemplo humano; en los testimonios de sus
familiares y compañeros ha quedado evidenciada su solidaridad, su dignidad y su
insobornabilidad.
Por
eso la figura del compañero Felipe Vallese nos trasciende, y nuestra tarea y
deber como militantes de la causa nacional y popular, como lo fuera el mismo
Vallese, es la de recordar y difundir su militancia.
[1]
Pilar Calveiro, Política y/o violencia. Una aproximación a
la guerrilla de los años 70, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2008,
pág. 12.
[2] Después de varias ediciones en hojas semiclandestinas
que se agotan en pocos días, la serie de notas ―que configurarían "Operación
Masacre"― se publican del 27 de mayo al 29 de julio de 1957 en la revista
nacionalista Mayoría. Finalmente el libro aparece publicado por Ediciones Sigla
en diciembre de ese mismo año. En 1972 fue llevada al cine y filmada en la
clandestinidad por el director Jorge Cedrón.
[3] Facundo Cersósimo, Envar El Kadri. Historias del peronismo
revolucionario, "Los hijos de Perón" (manuscrito inédito de Envar El
Kadri), Colihue, Buenos Aires, 2012, pág. 70.
[4]
Pilar Calveiro, op. cit., pág. 21.
[5]
http://www.elortiba.org/masacre.html#SEGUNDA_PARTE_
[6]
http://www.dantegullo.com.ar/notasagos1001.html
[7]
Facundo Cersósimo, op. cit., pág. 71.
[8]
http://hombremuerdeperro.blogspot.com.ar/2012/07/toda-cultura-es-politica.html
[9]
Asesinado el 13 de septiembre de 1974 por la Triple A. Suplemento "Radar" (Página 12, 11 de agosto de 2002), por Daniel Cecchini y Jorge Pinedo: "Extensa es la lista de
quienes perdieron la vida por haber escrito un libro. Un nombre posee, en la
Argentina, la lista de quienes fueron asesinados por haber realizado una
reseña: Pedro Leopoldo Barraza, El Tarta. Periodista del legendario diario La
Opinión desde fines de los años '60, cuando publicó la crítica de,
precisamente, la Astrología esotérica. José López Rega, desde Madrid, clamó
venganza. Y la cumplió a través de sus epónimos de la Triple A, apenas un
lustro más tarde. Cultor emblemático de la calle Corrientes, El Tarta escribió
aquella reseña zumbona con el filoso humor y la luminosa ironía con las que
practicaba todos y cada uno de los acontecimientos de su vida. Narrador
desopilante, precursor de muchas artes, Barraza portaba la valentía —por ese
entonces— de jamás ocultar su elección homosexual, incluyendo a su pareja en
todas sus actividades. También, tristemente, en el momento de los disparos.
Autor, asimismo, de un libro sobre Felipe Vallese, tampoco fue éste, sin
embargo, su pecado. No sería de extrañar que ni López Rega ni ninguno de sus
secuaces haya logrado desentrañar la fina sutileza del artículo de Barraza en el
diario de Jacobo Timerman. Lo que quedó grabado a fuego en el odio de El Brujo
fue, precisamente, que El Tarta, en esta tierra en ese instante, fue quien lo
bautizó con ese apodo imborrable. La inmortalidad, si la hubiera, sería la de
Barraza, quien aletearía dichoso presidiendo el diminuto cielo de los críticos
de arte".
[10]
Primera víctima de la Triple
A, ultimado el 31 de julio de 1974.
[11]
Juan José Hernández Arregui, ¿Qué es el ser nacional?, Catálogos -
Secretaría de Cultura de la Nación, Buenos Aires, 2002, pág. 161.
[12]
Ibídem, pág.
185.
[13]
Walsh, Rodolfo. "Cordobazo", Periódico de
la CGT de los Argentinos, Mayo 1968 - Febrero 1970. www.cgtargentinos.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario